Hoy es Navidad, probablemente una de las fechas más significativas para el mundo entero, y es que el nacimiento de Jesús de Nazaret, su profundo amor por la humanidad, su compasión y cada una de sus enseñanzas revolucionaron la sociedad de aquella época y se han convertido en un parteaguas para la historia.
Y es que conforme se acerca diciembre, las compras se convierten en una carrera contra el tiempo y el presupuesto, y paradójicamente, mientras desciende la temperatura se elevan las muestras de amor y empatía al prójimo.
Es difícil entender las razones por las cuales al llegar diciembre nos sentimos más serenos y conscientes, con nuevas fuerzas e incluso más pacientes ante los problemas cotidianos; durante estas fechas percibimos el dolor ajeno, sentimos una mayor necesidad de mostrar nuestra solidaridad y de convertimos en esa mejor versión de nosotros que anhelamos.
La Navidad continúa siendo un momento importante para la reflexión y la autoevaluación, para alimentar el espíritu y fijar nuevas metas, pero, sobre todo en un mundo donde la violencia, las agresiones y el egoísmo han comenzado a permear con más fuerza que nunca, el nacimiento de Jesucristo nos guía a recordar la empatía y el amor al prójimo.
No podemos negar que no sólo nuestro país, sino el mundo entero continúa enfrentándose a la violencia, que a pesar de los esfuerzos realizados, las guerras, los combates y los crímenes se encuentran presentes en nuestro día a día. Pero, además, el dolor de miles de familias quienes han perdido a un ser querido es una herida profunda que difícilmente sanará.
Recordemos las palabras del Arzobispo Primado de México, Carlos Cardenal Aguiar Retes:“No tengamos miedo a ir realizando esta conciencia social, de que Dios lo que quiere de nosotros es la paz. Hay que transmitirlo, no hay que dejarlo ahí guardadito como en una caja donde se guardan las joyas de oro y plata. Esto hay que anunciarlo, esto hay que darlo a conocer a los demás y hay que unirnos para hacerlos juntos en nuestros contextos sociales”.
Hoy vamos tan de prisa por la vida, inmersos en la tecnología y tan sujetos al individualismo que hemos comenzado a olvidar el detenernos y mirar a nuestro prójimo, hemos empezado a dejar de comprender lo que sienten los demás, de entender sus necesidades y de percibir sus sentimientos.
Se ha convertido en una tradición para mí, durante estas fechas, sentarme a escribir sobre está sensible e importante celebración, y es que la Navidad nos invita a que luchemos contra el desinterés y la indolencia, a que no permanezcamos indiferentes ante el dolor de nuestros semejantes, los actos de corrupción o las agresiones, y a que levantemos la voz, no sólo por nosotros o por nuestros hijos y nietos, sino por aquellos que ya no pueden hacerlo.
Que el espíritu de Jesucristo permanezca por siempre en nuestros corazones.
¡Feliz Navidad!
*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
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