La elección de Robert Francis Prevost como Papa no fue un giro inesperado, pero sí profundamente significativo.

Estadounidense de nacimiento, latinoamericano por misión, agustino de espiritualidad y pastor por vocación, León XIV encarna en su historia personal y ministerial una combinación singular: firmeza doctrinal, ternura pastoral y una inteligencia práctica moldeada por el contacto directo con comunidades que viven en la periferia del poder y del confort.

Su elección marca un punto de continuidad con Francisco y abre un horizonte donde la diplomacia de la cercanía y la cultura del encuentro adquieren una urgencia renovada.

Antes de ser Papa, Robert Francis Prevost fue Obispo en Chiclayo —ciudad de la amistad—, Perú, una diócesis atravesada por la pobreza, desigualdad y migración. Ahí se hizo amigo del pueblo, aprendió la paciencia de quien escucha. Su presencia se tradujo en una práctica pastoral constante, en visitas a las zonas rurales más olvidadas, en defensa de las comunidades indígenas y en permanente construcción de puentes entre sectores enfrentados.

Fue allí donde maduró una visión de Iglesia profundamente comprometida con la justicia social. Su fe se expresó en el acompañamiento a víctimas de abusos, la promoción de la dignidad humana frente al extractivismo depredador, el fortalecimiento de las parroquias como centros de vida comunitaria. Chiclayo fue, en muchos sentidos, el crisol donde se templó el espíritu del Papa que ahora llama a tender puentes.

“Todos estamos en las manos de Dios. Por tanto, unamos nuestras manos a las de Dios y avancemos juntos. Seamos discípulos de Cristo. Cristo nos precede. El mundo necesita su luz. La humanidad necesita de Él como el puente añadido por Dios y su amor”. Su primer discurso como Sumo Pontífice es claro: construir la paz, “desarmada y desarmante”.

Nacido en Chicago en 1955, ingresó a la Orden de San Agustín y fue misionero en Perú desde joven. Estudió en Roma y fue elegido prior general de los agustinos en 2001. Habla español con fluidez, pero más importante aún: comprende el alma latinoamericana.

El mundo que hereda León XIV no es menos convulso al que enfrentó Francisco. La guerra en Ucrania persiste, con sus alianzas trabadas y una escalada que amenaza con perpetuarse como guerra congelada en el corazón de Europa. Gaza grita por una solución que depende de la disposición de Israel y Hamás para negociar. La rivalidad entre China y Estados Unidos escala sin contención.

León XIV, el Papa amigo y de los puentes, comienza su camino con un gesto sencillo pero audaz: tender la mano sin condiciones. ¿La tomarán?




Salvador Guerrero Chiprés

Coordinador del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México (C5 CDMX).

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