Desde joven, Vicenta María López Vicuña tuvo una preocupación: las condiciones críticas en las cuales vivían muchas jóvenes trabajadoras en fábricas u hogares de Madrid de finales del siglo 19.
La mayoría eran niñas llegadas de zonas rurales, quienes lejos de sus familias y sin recursos económicos estaban expuestas a la explotación, abusos laborales y violencia.
En ese contexto, Vicenta María sintió la necesidad de contribuir al bienestar y protección de quienes enfrentaban situaciones de vulnerabilidad. Así, la mujer nacida en Navarra, España, en 1847, fundó la congregación de las Religiosas de María Inmaculada en 1876.
Son 148 años en los cuales han desempeñado un papel fundamental en la creación de espacios seguros para niñas y jóvenes, ofreciendo refugio, educación y formación para empoderarlas frente a los riesgos.
Su labor es un motivo de reflexión sobre lo mucho que como ciudadanía podemos ofrecer para la seguridad física y emocional de las menores, en particular en el marco del Día Internacional de la Niña, conmemorado cada 11 de octubre para reconocer su derecho a una vida segura, educada y saludable, así como promover su empoderamiento.
Las niñas deben saber que cualquier situación que ponga en riesgo su seguridad puede y debe ser denunciada, y tienen el derecho de ser protegidas. Por ello, es vital que autoridades y sociedad civil se comprometan a garantizar mecanismos de denuncia accesibles y efectivos, enseñarles que el empleo de herramientas como el número de emergencia 911 o los botones de pánico instalados en más de 28 mil 600 postes de la Ciudad de México pueden marcar la diferencia en situaciones críticas.
Denunciar la violencia, el abuso o la explotación es responsabilidad de todas y todos. Promover el reporte es crucial para garantizar la seguridad y bienestar tanto de las niñas como de los niños, quienes son, por ejemplo, la población más vulnerable a situaciones de Trata de Personas en sus modalidades de explotación sexual o laboral.
Desde lo ciudadano tenemos la oportunidad de ayudarles a romper el silencio ante condiciones de abuso, hacerles sentir que no están solas y cuentan con redes de apoyo comunitario, desde asociaciones vecinales, congregaciones religiosas —como las Religiosas de María Inmaculada—, hasta servicios de orientación y asistencia en crisis como el 911 del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano de la Ciudad de México, el C5.
En la comunidad hay una gran congregación en favor de las niñas.
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