HECHOS
El actual Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, porque él y su país tienen un gran poderío económico, se quiere sentir dueño del mundo; en todo interviene, como si con su dinero dominara todo. No controla su lengua ni sus instintos, y poniendo aranceles a todo lo que llega allá, intenta mejorar la economía de su país, aunque con ello condene al desempleo a miles de trabajadores en el extranjero. Con sus amenazas económicas, somete a nuestros gobiernos. No limita la producción de armas ni las empresas bélicas, porque generan mucho dinero. Sus electores en eso se basaron para elegirlo, en la
promesa de que mejorarían sus ingresos económicos. Culpa a todo mundo de la degradación que las drogas, sobre todo el fentanilo, han causado a muchas personas, pero no evita su mercado interno. Detiene las migraciones de quienes buscan allá mejores condiciones de vida, sin considerar que ese país se ha formado con migrantes de todo el mundo, y que ellos sostienen en gran medida esa economía. ¿El dinero domina todo?

Durante las campañas electorales de nuestro país, el dinero influyó en gran manera en los votantes. Con el gran apoyo económico que recibieron del gobierno, de nuestros, impuestos, vendieron sus conciencias, como si el mejor partido político fuera el que nos da más dinero. Muchos electores definen su voto sólo analizando, como criterio definitivo, quién les ofrecen mejorar su economía. Algunos legisladores y gobernantes no se atreven a llevar la contra a quienes están arriba no por convicción, sino por el interés de seguir ascendiendo en puestos y no perder ingresos económicos.

Los cárteles y grupos armados de la delincuencia organizada tienen como máxima aspiración tener más y más dinero. Para ello, levantan sobre todo a jóvenes, para que, incluso contra su voluntad, vendan o trafiquen droga, extorsionen, cobren piso, secuestren, maten y eliminen a quienes se oponen a sus planes. Adolescentes y jóvenes, también adultos, tienen como ideal llegar a ser narcos, para tener dinero, poder y placeres. El dinero gobierna sus vidas.

Hay padres de familia que compran con dinero y con regalos a sus hijos, aunque su vida sea poco recomendable. En conflictos conyugales, compran su benevolencia a base de recursos económicos. Cuando hay pleitos por herencias, el dinero es el que destruye familias.

En nuestra vida personal, muchas veces el dinero también nos domina. Nos creemos más de lo que valemos porque tenemos más dinero, mejor vehículo, buena casa, cuentas bancarias más voluminosas, viajamos por todos lados y nos damos una buena vida.

ILUMINACION
En el primer domingo de Cuaresma, la Iglesia nos presentó al demonio que quiere someter a Jesús precisamente por la ambición de las riquezas y del poder. Jesús lo vence, advirtiendo que no hay ídolo que valga para que nos postremos ante él; nuestro único Dios es el Señor.


El Papa Francisco, en su exhortación Evangelii gaudium, nos dice: “No a la nueva idolatría del dinero. Una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la
primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La crisis mundial que afecta a las finanzas y a la economía pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo” (EG 55).

“El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta” (EG 56).

“¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor del ser humano” (EG 58).

ACCIONES
Analicemos, sobre todo en esta Semana Santa, si esta es una de las tentaciones que debemos vencer, para resucitar con Cristo a una vida nueva de justicia y fraternidad. Hay que educar a los hijos en el justo aprecio al dinero, para que no sea éste el que domine sus vidas.

Card. Felipe Arizmendi Esquivel

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