La pregunta, aunque parece simple de contestar, encierra una trampa, porque tendríamos, primero, que cuestionarnos por qué nos preguntamos si es correcto bendecir a un candidato.
Siempre va a ser correcto bendecir a una persona, sobre todo a alguien que, con fe y devoción, se acerca a la Madre Iglesia, a través del ministerio de los sacerdotes, para ser bendecida.
Existe un libro que se llama Bendicional, con todos los ritos de bendiciones que hay. De este libro, podemos concluir que la Iglesia -que tiene la potestad que Jesús le dio para santificar- reconoce y da gracias por la bondad de la Creación, tanto de las cosas naturales como de las cosas hechas por el hombre, y de todo aquello que le sirve para llegar a Dios.
Cabe recordar que, recientemente, la Santa Sede emitió un documento sobre ‘bendiciones pastorales’ en situaciones que, a simple vista, son muy compleja; sin embargo, el Papa (y la Iglesia en general) han expresado que en otros momentos que no se puede negar la bendición absolutamente a nadie, sobre todo si esa persona dice quererla recibir.
La bendición es siempre un don provechoso para quien la pide y la recibe con verdadera fe.
En cambio, cuando alguien la pide sin fe o por un motivo diferente -ya sea por superstición o esperando que la bendición tenga un efecto determinado- ahí no puede producirse ninguna gracia.
El hecho de que un candidato se encomiende a Dios para ganar, nunca va a estar mal. Podemos comparar este hecho, con sus salvadas proporciones, con cualquier otra persona que va a emprender un trabajo, y le pide al Señor que le vaya bien.
La pregunta que titula este artículo más bien tendría que formularse de otra manera, porque siempre va a ser correcto bendecir a un candidato, sobre todo cuando se trata de una persona que se postula con recta intención y quiere que Dios la bendiga para que le vaya bien.
Entonces, la pregunta tendría que ser otra: ¿Es prudente bendecir públicamente a un político? Yo creo que no, y no por la bendición misma, ni siquiera por el legítimo derecho y la intención de quien pide la bendición, sino porque siempre se presta a equivocaciones el hecho de que la Iglesia bendiga a determinados candidatos.
Y es que la gente, con la ligereza con la que muchas veces se interpretan las cosas, inmediatamente puede pensar que la bendición constituye un apoyo a ese candidato y una indicación de por quién votar.
Esta semana circuló en diversos medios un video en el que aparece un sacerdote bendiciendo a una candidata a la Presidencia de México. Con todas las expresiones que utiliza, lo único que deja ver es una postura política, disfrazada de aparente piedad.
Yo creo que esto es muy claro: es una posición política de un sacerdote que, abusando de la representación tácita que tiene al trabajar en el Vaticano, está dando un apoyo abierto a una candidata, y eso no se lo puede permitir a un sacerdote.
La ley no nos lo permite a los ministros de culto aquí en México, pero también, por principios y convicciones pastorales, un sacerdote no se puede pronunciar en política partidista, sencillamente porque es pastor para todos, y todos tienen el derecho legítimo de una atención igualitaria, independientemente de una u otra postura política.
Si un sacerdote quiere, en verdad, bendecir a un candidato, que lo haga de manera privada. Cualquier persona lo puede pedir, y los sacerdotes tenemos, incluso, el deber de hacerlo.
Más aún, si un político católico se acerca a la Iglesia y pide al sacerdote su bendición, el sacerdote tendría que mostrarle el camino verdadero del servicio al que aspira; y si se trata de un político que abiertamente se dice católico, pero presenta posturas contrarias a la doctrina y a la disciplina de la Iglesia, tiene el deber, no sólo de bendecirle, sino de amonestarle e indicarle las posturas que no van con su fe. Pero eso es en privado, siempre en privado.
La situación política en todo el mundo siempre es controversial, y aún más en nuestro país, donde sabemos que tenemos una sociedad dividida. Con mayor razón, es necesario que los sacerdotes seamos prudentes y no disfrazar de falsa piedad una toma de postura política, ni mucho menos abusar de la representatividad que tenemos por un servicio determinado.
El P. José Alberto Medel es sacerdote de la Diócesis de Xochimilco en la Ciudad de México.
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