Consuelo Mendoza
Me gustan los domingos. Levantarme temprano, ir a Misa a la Parroquia, y encontrarla, igual que la semana anterior, llena de personas que queremos dar gracias a Dios por una semana más. Me gusta que el Señor Cura nos despida en el atrio con una sonrisa y un “baño” de agua bendita, y las familias con niños pequeños que salen corriendo para comprar un churro.
Vivir el domingo sin prisas, sin la ansiedad que producen los horarios y los compromisos. Detenerse, aunque sea un poco, para platicar con el vecino, caminar con calma, dar un paseo, y disfrutar, disfrutar mucho a la familia.
Me llenan de alegría los domingos en que, la mesa cada vez más grande, está llena de la familia que crece y que un día iniciamos solo dos; las comidas simples que evocan con nostalgia recuerdos de la infancia, y la algarabía de las nietas que se sienten amadas y protegidas no solo por sus papás, sino por cada uno de los que estamos ahí.
Los domingos me permiten recordar que la misión más importante en la vida, en la que dejamos una huella y un legado al mundo es la familia que construimos y que hoy se multiplica en familias que heredan la misión de hacer de éste, un mundo mejor. Pero también, cada día de la semana tenemos los suficientes motivos para mirar con esperanza y con fe nuestro alrededor, a pesar de las circunstancias que parecieran insalvables.
Estamos tan inmersos en el día a día, tan preocupados por los problemas cotidianos y por el futuro incierto, que nos hemos acostumbrado a poner nuestra atención y energía en lo urgente, dejando para después, un después cada vez más lejano, lo verdaderamente importante, y a veces los domingos son solo un día más.
En este año jubilar podemos “ahogar el mal en abundancia de bien”, viviendo como familias cristianas, transmitiendo alegría y esperanza a las demás familias y a todos aquellos que no las tienen.
Recordemos siempre a la familia de Nazareth, elegida por el mismo Dios para nacer, crecer, ser protegido y cumplir su misión salvadora.
*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
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