Desde la familia

¿Cómo sanar las heridas de la infancia?

¿Sabías que las heridas de la infancia se incorporan en la adolescencia en forma de armaduras en nuestra personalidad?

Los seres humanos tenemos cuatro necesidades básicas: sentirnos amados, pertenecer, tener una identidad y descubrir cuál es el sentido de la vida. Cuando de pequeños, estas necesidades no se ven satisfechas, se presentan las heridas de la infancia.

Armando Duarte Pantoja, presidente de Fundación Familias Fuertes, en su conferencia “Sanando las Heridas de la Infancia”, en el marco del mes de la familia organizada por la Pastoral Familiar, explicó que las heridas de la infancia se incorporan en la adolescencia, de forma inconsciente, en forma de armaduras en nuestra personalidad.

5 heridas de la infancia

Con un mensaje de unión y en favor de la familia, el doctor Armando Duarte comparte cómo identificar estas heridas de la infancia.

  • Herida de rechazo

    Sucede cuando los niños sienten que sus madres y padres los alejaban, no los quieren o los critican. De adultos, las personas que vivieron esta herida, usan la armadura de “huir o atacar”, se vuelven violentos o independientes de manera prematura.

  • Herida del abandono

    Se caracteriza por la ausencia física de los padres. Los padres están vivos, pero están ausentes físicamente. De adultos, las personas que sufrieron esta herida se vuelven dependientes y esperan ser salvados, o se vuelven salvadores de los demás.

  • Herida de la humillación

    Cuando los niños reciben palabras, golpes, actitudes que los hacen sentir avergonzados, pisoteados o maltratados. De adulto, quien sufrió esta herida se vuelve una persona desvalorizada o muy chistosa, no se toman nada en serio y no logra que le vaya bien.

  • Herida de la traición

    Cuando los padres faltaron a la verdad o con sus acciones lastimaron la confianza. Al ser adultos estos niños se vuelven personas controladoras o viven desconectados, no se vinculan, porque así la traición duele menos.

  • Herida de la injusticia

    Cuando de niño se vive abandono, golpeado, comparado, no es escuchado. Todo eso es injusto. De adulto, estas personas pueden ser muy rigurosas, terriblemente exigentes, o muy laxas.

     

El doctor Armando Duarte recuerda que hay esperanza y es necesario buscar ayuda profesional, tomando precaución de que el profesional de la psicología aborde estas heridas con un concepto a favor del matrimonio y la familia. “Hay muchos que proponen resolver los problemas rompiendo, ignorando que rompiendo generan más heridas”.

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