Cultura Bíblica

¿Se cumplió lo que predijo Jesús sobre la ruina de Jerusalén?

Lectura del Santo Evangelio

En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que la adornaban, Jesús dijo: “Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando: todo será destruido”.

Entonces le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?”.

Él les respondió: “Cuídense que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado’. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin”.

Luego les dijo: “Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles”.

Pero antes de todo esto los perseguirán a ustedes y los apresarán; los llevarán a los tribunales y a la cárcel, y los harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Con esto darán testimonio de mí.

Grábense bien que no tienen que preparar de antemano su defensa, porque yo les daré palabras sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes.

Los traicionarán hasta sus propios padres, hermanos, parientes y amigos. Matarán a algunos de ustedes y todos los odiarán por causa mía. Sin embargo, no caerá ningún cabello de la cabeza de ustedes. Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”.

(Lc.21 5-19)

Comentario

Jesús, cuando estaba por concluir su ministerio en Jerusalén pronunció un discurso que es conocido como el discurso del fin del mundo. Hoy leemos la primera parte del mismo y en el presente artículo resaltaré las predicciones que hizo y como muchas de ellas se cumplieron y hasta se relatan en el Nuevo Testamento.

La primera predicción que aparece en el discurso es que del templo de Jerusalén no quedaría piedra sobre piedra. Jesús conoció y predijo la destrucción del segundo templo que construyeron los judíos en Jerusalén. Este fue destruido el año 70 después de Cristo por los romanos, bajo las órdenes de Tito quien conquistó la ciudad. Este acontecimiento no está narrado en el Nuevo Testamento.

La segunda predicción es: “muchos vendrán usurpando mi nombre, pero no les sigan ustedes”. Muchos hombres antes y después de Jesús intentaron hacerse pasar por el mesías prometido. En el libro de los Hechos de los Apóstoles (5,36-37) nos habla de dos anteriores a él: Teudas a quien siguieron 400 hombres.

Y Judas el Galileo en la época del censo. Después de Jesús, pero no están mencionados por nombre en el Nuevo Testamento se sabe de Juan de Giscala, Simón Bargiorá, anteriormente a la destrucción del Segundo Templo. Simón Bar Kosebá en torno al año 135 d.C. Dentro de la comunidad, nos reporta la Primera Carta de San Juan (4,2-3) que hubo anticristos, es decir miembros de la comunidad que negaban la divinidad del Señor Jesús.

La tercera predicción es: “les echarán mano y los perseguirán; los entregarán a las autoridades de las sinagogas y los meterán en cárceles y los conducirán ante reyes y gobernantes por mi causa”. Casi desde el principio de la predicación comenzaron los problemas de los cristianos. Pedro y Juan fueron encarcelados en Jerusalén y presentados ante el Sanedrín (Hch 4,1-12). A Pablo lo presentaron ante el Rey Agripa (Hch 25,13-27).

Este último pronunció un excelente discurso, cumplimiento de lo que el Señor predijo sobre la asistencia del Espíritu Santo al presentarse en los tribunales. La última predicción que nos falta analizar es la de los terremotos y otros fenómenos atmosféricos, así como guerras. Esto se ha venido cumpliendo a lo largo de toda la historia. En los años cercanos a la vida de Nuestro Señor hubo una gran hambruna en Palestina, a la cual se refiere San Pablo al hacer colecta en favor de los pobres en Jerusalén (2Co 8,1-15).

scmsmtz7@gmail.com

Puedes leer: Cultura Bíblica: el Espíritu Santo

Mons. Salvador Martínez

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