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¿Quiénes eran los publicanos y los paganos que menciona el Evangelio?

La justicia nueva, superior a la antigua  (Mt 5, 38-48).

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente. Pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda. Han oído que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y oren por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos. 

Porque, si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”. Palabra del Señor.

¿Quiénes eran los publicanos y los paganos?

Mirando de conjunto el Evangelio de san Mateo, muchos autores coinciden en la opinión de que san Mateo escribió su obra para judíos cristianos. Algún documento de la antigüedad incluso dice que lo escribió en lengua aramea. 

Lo cierto es que hasta nosotros ha llegado la versión griega de su Evangelio, pero conserva mucho del sabor judeocristiano.En el trozo de discurso que leemos este domingo observamos con bastante claridad la comparación que hacían los judíos de los paganos y publicanos sobre la calidad de relación que tenían con Dios. 

Leer: Los tres fundamentos de una buena experiencia religiosa

En efecto, muchos pasajes del Antiguo Testamento afirman la predilección de Dios para con las doce tribus de Israel. Los judíos sabían que para ellos existía un llamado especial a la santidad, podemos ver esto expresado en el libro del Levítico: “sean santos porque Yo el Señor soy Santo” (Lv 19,1), muy parecido a lo que dijo Jesús “sean perfectos como su Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). 

La oposición a la santidad, también testimoniada en el Antiguo Testamento, suele darse en dos direcciones, una de ellas de tipo estrictamente religioso y que se refiere a que los judíos han participado del misterioso don de la santidad de parte de Dios, al ser separados de entre las demás naciones. 

Por tanto, ser judío y vivir bajo la observancia de la Ley de Moisés es santidad, en cambio un pagano que no conoce a Dios y mucho menos puede vivir cumpliendo la Ley, es una persona no santa. 

Por otra parte, están los que, conociendo la Ley de Dios y aunque son judíos, se comportan públicamente mal. La palabra publicano, en tiempos de Jesús se aplicaba a personas que normalmente vivían incumpliendo la Ley de Moisés, pero especialmente designaba a aquellos que traicionaban a su pueblo, pues cobraban los impuestos para el Imperio Romano, por tanto, la segunda acepción de no santo es aquel que permanente vive pecando y esto es sabido públicamente. 

Jesús al llamarnos a la perfección nos llama a la excelencia de vida moral, ahora sabemos que el Espíritu Santo nos auxilia para lograr vivir en santidad

Y, por otra parte, también podemos entender que llama a vivir como adultos humanos pues existía la expresión “hombre perfecto” para designar a un hombre que había alcanzado la plenitud de crecimiento, por tanto, a un adulto, Él nos llama a vivir como adultos.

Mons. Salvador Martínez

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