En aquel tiempo, Jesús exclamó: “Yo te alabo, Padre, ¡Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido éstas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien. El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera”.
En el texto que leemos esta ocasión Jesús hace un llamado: “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”. La palabra corazón tiene un significado actual que identifica la sede de los sentimientos, particularmente de los sentimientos amorosos.
Sin embargo, también indica la interioridad o integridad de la persona, por ejemplo, cuando alguien dice: “te lo digo de corazón” o “te lo doy de corazón”, hace referencia a la sinceridad y a la benevolencia en oposición a la hipocresía y a la superficialidad.
Leer: El Señorío de Jesús y la confianza en Su providencia
En la lengua de los hebreos, la palabra corazón también implica la mente. “Pon atención” se dice “pon corazón”. Así es que decir, “yo soy manso y humilde de corazón” puede significar: que soy una persona mansa y humilde desde lo que pienso, desde lo que siento, en una palabra, desde mi interioridad o íntegramente.
Por otra parte, es interesante comprender lo que Jesús entendía por mansedumbre. En el sermón de la montaña declara felices a los mansos porque ellos poseerán la tierra (Mt 5,5). En el cuarto cántico del siervo de Dios, en el libro de Isaías, la figura del cordero silencioso representa la mansedumbre (Is 52,13-53,12).
La mansedumbre se opone a la violencia, a la guerra, a las armas que matan. La humildad está emparentada con la actitud reverente y confiada en Dios. Los pobres de Dios, los pobres de espíritu son los que esperan plenamente en Dios, esto no es tener actitudes providencialistas, que evaden la responsabilidad propia, sino vivir practicando la confianza en Dios sabiendo que todo depende de su providencia.
Ahora bien, podemos entender el valor de la mansedumbre y humildad de corazón por los efectos que Jesús prevé: “encontrarán descanso”. En este punto puede venirnos a la mente la reflexión de Isaías (Is 49,4): “en vano me he cansado pues mi causa ha estado siempre en manos del Señor”.
Jesús, entonces nos invita a la mansedumbre y humildad de corazón como un ejercicio de integridad, como un ejercicio de interioridad que rechaza la violencia y pone toda su confianza en Dios nuestro Padre.
Es pues verdad que muchas energías se gastan en los pensamientos o fantasías cargados de enojo o bien cargados de ambición. Se pierde el sueño por los peligros que acechan los tesoros monetarios y las empresas financieras. El yugo y la carga que el Señor nos propone serán ligeros y suaves si gestamos un corazón manso y humilde.
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