Al anochecer del día de la Resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”. (Jn 20, 19-23)
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Si bien nuestro Señor Jesucristo no formuló en ningún discurso la explicación del misterio de la Santísima Trinidad, es cierto que en el Evangelio según san Juan encontramos buena cantidad de expresiones en donde aparecen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, diversos entre sí, pero íntimamente unidos.
Uno de los mejores ejemplos lo tenemos en esta expresión:
“Todo lo que el Padre tiene, también es mío; por eso les he dicho que todo lo que el Espíritu les dé a conocer lo recibirá de mí”. Dentro del mismo discurso de la Última Cena, Jesús también les dijo: “conviene que me vaya, porque si no me voy no vendrá el Espíritu, pero si me voy, yo se los enviaré” (Jn 16,7). En las imágenes en las que siempre habló Jesús, el origen del envío es siempre el Padre.
Así se lo explicó a Nicodemo: “tanto amó Dios al mundo que le dio a su único Hijo para que todo el que crea en Él tenga vida eterna” (Jn 3,16). Jesús, el Hijo eterno del Padre es el portador el amor del Padre: “como el Padre me amo así los he amado yo” (Jn 15,9). El lugar propio del Padre es el Cielo, el opuesto es la tierra, es este mundo donde lo que impera es la carne.
Retornando al tema del don del Espíritu, Jesús delimita el cumplimiento de su misión a su Pasión y Muerte. Ahora bien, el Espíritu no tiene otra misión que continuar el cumplimiento de la misma misión que cumplió el Hijo.
De acuerdo con la tradición joánica, el don del Espíritu se relaciona con dos momentos. El primero es la muerte del Señor: “Jesús dijo: ‘todo está cumplido’ e inclinando la cabeza entregó el Espíritu” (Jn 19,30). Por supuesto que una forma de entender la frase, “entregó del Espíritu” puede ser murió, pero el mismo evangelista ve en la muerte del Hijo de Dios su partida de este mundo y de inmediato el cumplimiento del don del Espíritu.
El segundo momento es cuando Jesús apareció resucitado a los discípulos, la tarde del primer día de la semana. El texto nos dice: “sopló sobre ellos y les dijo: ‘reciban el Espíritu Santo…’” (Jn 20,22)
¿Qué quiere decir Jesús cuando afirma que todo lo que el Espíritu nos dé lo recibirá de Él?
Tiene dos vertientes: la primera de ellas es de la unidad entre el Padre el Hijo y el Espíritu, la segunda es que la misión de ambos es una misma.
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