En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, Él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder. Él me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”. Palabra del Señor.
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El texto que leímos en el Evangelio proviene del segundo discurso de Nuestro Señor Jesucristo en el contexto de la Última Cena.
Este discurso inicia con la parábola de la vid y los sarmientos y, en su mayor, parte se aboca a desarrollar la misión que los discípulos deberán de cumplir en un futuro. Un aspecto fundamental que capacitará a los discípulos será el don del Espíritu Santo. De Él, en este texto Jesús dice: “el Espíritu de la verdad los guiará hasta la verdad plena”, no habla por cuenta propia porque recibirá de mí lo que vaya comunicando, por este motivo me glorificará (me manifestará), les dirá las cosas que habrán de pasar”.
Es evidente que el Señor Jesús no pretende dar un discurso académico. Sus afirmaciones suponen que existe el Padre de Jesús, Jesús es el Hijo y que después de su partida vendrá el Espíritu.
Las discusiones sobre la divinidad de cada una de las tres personas no están presentes en este texto, tampoco cómo se explicaría que sea un solo Dios. Lo que Jesús sí nos hace ver es que el Padre, el Hijo y el Espíritu actúan coordinadamente para la Salvación de la humanidad.
Y por eso era relevante que los discípulos supieran que, ante su inminente partida, vendrían acontecimientos como el advenimiento del Espíritu para perfeccionar la obra que el Hijo ya estaba realizando. La comunidad cristiana tuvo que caminar por varios años y hasta siglos para afrontar toda clase de cuestionamientos que naturalmente plantea la inteligencia humana a propósito de la Santísima Trinidad.
Jesús sí afirmó la existencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esta fue la palabra reveladora, también ocurrieron acontecimientos que nos permiten afirmar la experiencia de la presencia del Hijo y del Espíritu Santo. En breves pero significativos momentos también se menciona, en los Evangelios, la voz del Padre.
Por lo tanto, al menos desde el punto de vista del enunciado, podemos decir que Jesús sí nos reveló que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. La tarea de explicarlo al estilo de la filosofía griega quedó para las generaciones sucesivas.
Mons. Salvador Martínez es rector de la Basílica de Guadalupe.
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