En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda.
Han oído que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.
Porque, si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”
Al decir Nuestro Señor Jesucristo que hay que ofrecer la otra mejilla, que hay que caminar el doble de pasos, o entregar más de lo que nos pidieron ¿Existe algún presupuesto que garantice el éxito de estas formas de reaccionar ante los violentos?
La perspectiva de nuestro Señor Jesucristo está vinculada al plan original de Dios sobre nosotros los hombres. En los primeros relatos de la Biblia se recoge el dato de que todo ser humano es creatura de Dios, los que se portan bien tanto como los que se portan mal.
Caín, el hombre que asesinó a su hermano Abel, reacciona negativamente diciendo a Dios “ahora todo el que me encuentre seguramente me matará” (Gn 4,14), Dios responde revirtiendo esta perspectiva: “al contrario quien quiera que matare a Caín, lo pagará siete veces” (Gn 4,15).
La espiral de violencia esta ligada al camino del hombre pecador, Lamec descendiente de Caín amplia más la venganza: “si Caín será vengado siete veces, yo seré vengado setenta y siete veces” (Gn 4,24). Nuestro Señor en el texto que leemos este día cita la conocida ley del talión, que pone un límite a las venganzas “ojo por ojo, diente por diente” (Lv 24,20; Dt 19,21) ni siete veces, mucho menos setenta y siete veces. Ahora bien, el Señor Jesús, retorna al sentido original de respeto y protección de la creación de Dios.
La violencia no se vence con más violencia, la maldad no se vence con más maldad; por el contrario la enemistad se vence con amor, la maledicencia se vence con bendiciones. Quién sino el mismo Dios, en su infinita Providencia, es el garante de que quien responda con bien al mal no quedará defraudado. En las bienaventuranzas, que abren el sermón de la montaña Jesús sentencia “dichosos los mansos, porque ellos heredarán la tierra” (Mt 5,4) la experiencia histórica constata que no son los violentos quienes permanecen, sino aquellos que con trabajo y honestidad se apropian de la tierra que habitan.
Esto mismo lo podemos aplicar a la enseñanza del amor a los enemigos, del no resistir al hombre malvado. Quien siga la enseñanza del Señor Jesús será capaz de hacer posible la llegada del Reino de Dios a este mundo.
Mons. Salvador Martínez es rector de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe.
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