Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre”.
En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora.
Después intervinieron los judíos para preguntarle: “¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?” Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré”. Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.
Mientras estuvo en Jerusalén para las fiestas de Pascua, muchos creyeron en él, al ver los prodigios que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque él sabía lo que hay en el hombre.
La purificación del templo
Si Jesús volcó las mesas y derribó los puestos donde vendían palomas y animales para el sacrificio
¿Por qué, al hablar del Templo, se refirió a su propia persona y ya no al Templo de Jerusalén?
Este tercer domingo de cuaresma meditamos el relato de Jesús confrontando a los vendedores y
cambistas en el Templo de Jerusalén. Este pasaje que también es conocido como la purificación del
Templo está presente en los cuatro evangelios.
En los evangelios de San Mateo, san Marcos y San Lucas (los evangelios que son conocidos como sinópticos), este pasaje sigue a la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén. Prácticamente en estos evangelios es la segunda escena dentro del ministerio de Jesús en Jerusalén, ya muy próximo a su pasión, muerte y resurrección.
En cambio, en el evangelio de San Juan es una escena inicial del ministerio de Jesús. Por esta gran diferencia dentro de los contextos en que aparece este pasaje entre los evangelios sinópticos y el de San Juan es que debemos poner especial atención. Ciertamente, en los evangelios sinópticos, las acciones de Jesús, evidentemente, significan una purificación, una denuncia de la perversión del modo de dirigir el culto oficial en el pueblo.
En cambio, en el evangelio que leemos hoy, Jesús ciertamente les pide que no conviertan en mercado la casa de su Padre. Pero la referencia no está poniendo el acento en el Templo de Jerusalén, sino en la persona misma. Jesús es Templo de Dios, y, por analogía, todos y cada uno de nosotros creaturas hechas a imagen y semejanza de Dios, somos templos vivos de Dios.
Así pues, Jesús más bien se refiere a la manera típicamente cristiana de hablar del Templo. No nos
importa tanto una estructura material, sino sobre todo los “templos vivos”, los cuales no deben
convertirse en objetos de comercio, pues estamos destinados a la vida eterna.
Mons. Salvador Martínez Ávila es biblista y exrector de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe
El feminismo, una corriente filosófica y social que busca la igualdad de derechos y oportunidades…
“Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de…
El 29 de diciembre iniciaremos el Año Jubilar 2025 en las diócesis del mundo, con…
Lo que empezó en los años 20 del siglo pasado como una causa homicida, al…
‘¡Viva Cristo Rey!’ Hagamos nuestra esta frase, no como grito de guerra, sino como expresión…
El Vaticano publicó la segunda edición del libro litúrgico que contiene las instrucciones relacionadas con…
Esta web usa cookies.