Cultura Bíblica

¿Quiénes van al destierro y quiénes heredan la tierra?

Evangelio según san Mateo (Mt 5, 1-12a)

En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:

“Dichosos los pobres de espíritu,  porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran,
porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.

¿De qué habla la segunda bienaventuranza?

La segunda de las bienaventuranzas habla de la mansedumbre ¿Es esta una virtud comparable a los que trabajan por la paz o es otro tipo de situación de la vida de las personas? ¿Hay algún indicio de que la mansedumbre sea condición o causa de la herencia de la tierra?

Las ocho bienaventuranzas que encontramos al inicio del Sermón de la montaña en el evangelio de San Mateo son como la apertura de la Ley de la Nueva Alianza. Esta formulación comparable con el decálogo (cfr. Ex 20,1-17) es muy diferente pues en lugar de dar órdenes declara dichosos a quienes practiquen algunas formas de ser o se encuentren en ciertas circunstancias.

En esta ocasión podemos detenernos en la segunda de las bienaventuranzas. La traducción de la Biblia de Jerusalén en sintonía con la mayoría de las traducciones en español dice: “bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra”. La misma versión de la Biblia de Jerusalén en una nota a pie de página propone como traducción alternativa la palabra “humildes” teniendo como base la traducción de los setenta del Salmo 37,11 que dice que, “los humildes poseerán la tierra y gozarán de inmensa paz”.

A la luz de este salmo entendemos que la herencia puede entenderse como la posesión de la tierra ¿Qué tierra? A lo largo del Antiguo Testamento el tema de la herencia, y sobre todo de la posesión perdurable de la tierra tiene que ver con la tierra que Dios prometiera a los hebreos al salir de Egipto.

En el Deuteronomio Moisés repite constantemente al pueblo que deberá cumplir con los mandatos y preceptos que Dios le ha dictado para que pueda permanecer en la tierra que Dios le dio en herencia a sus padres (Dt 4,1). Ya hemos hablado de que la mansedumbre puede interpretarse como humildad, pero dentro de las mismas bienaventuranzas se habla de aquellos que trabajan por la paz. Una forma de mansedumbre es evitar la violencia procurando vivir en paz con los otros.

El primer hombre violento de la historia fue Caín y como parte de la maldición por matar a su hermano está el vagar por diversos lugares, no establecerse en una tierra (cfr. Gn 4,12-14), esto puede tener una vena sapiencial la cual constata que las personas pacíficas suelen vivir más, suelen ser más estables y por tanto, esta segunda bienaventuranza puede ser tomada como la práctica de una virtud, la cual tiene como consecuencia la posesión de la tierra, no solamente por un individuo, sino por parte de un grupo social por varias generaciones.

Más articulos del autor:  ¿Dejar todo para seguir a Jesús? Esto nos dice el Evangelio

 

Mons. Salvador Martínez es rector de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe.

Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

 

Mons. Salvador Martínez

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