Convicciones

Las películas favoritas del Papa León XIV

El pasado 15 de noviembre, el Papa León XIV se reunió con el mundo del cine, en una audiencia en el Palacio Apostólico. El encuentro fue organizado por el Dicasterio para la Cultura y la Educación en colaboración con el Dicasterio para la Comunicación y los Museos Vaticanos.

En el marco de esa reunión el papa León XIV respondió a la pregunta de cuáles eran sus películas favoritas, y dijo que son: Qué bello es vivir, de Frank Capra; Sonrisas y lágrimas (1965), de Robert Wise; Gente corriente, de Robert Redford; La vida es bella, de Roberto Benigni. El jesuita italiano Antonio Spadaro hace un análisis de las películas mencionadas por el Papa.

Qué bello es vivir (1946). Capra, director italoamericano, se acerca a la oscuridad del sueño americano. Pone en escena la crisis moral del individuo frente a un mundo dominado por el
dinero. La película es de 1946, pero ya habla de la América de la posguerra, donde el bienestar económico amenaza con asfixiar a la solidaridad. Capra hace cine teológico. En la película se dice la frase “ningún hombre es un fracasado si tiene amigos”, que sigue siendo una de las frases más
radicales jamás pronunciadas en una película estadounidense. 

Sonrisas y lágrimas (1965). Wise pone en escena una resistencia civil y espiritual. María (Julie Andrews) no es solo una institutriz que canta en la montaña: es un personaje que elige la alegría como acto político. Los números musicales son gestos de libertad colectiva, instrumentos de una educación sentimental que devuelve la humanidad a quienes la han perdido. En la escena final, la familia Von Trapp cruza las montañas huyendo del nazismo. Para Wise la bondad no es un deber, sino armonía que desarma la violencia. En una época de Guerra Fría, la película ofrece la nostalgia consciente de un mundo en el que cantar juntos aún puede cambiar algo.

Gente corriente (1980). Redford invierte la perspectiva: la bondad ya no basta. Estamos en la América del desencanto post-Vietnam y el psicoanálisis doméstico. Es una película sobre la fragilidad del amor en un mundo que ya no sabe perdonarse. El vacío es el nuevo lenguaje. En su dureza, Redford no renuncia a una tenue posibilidad de redención. Ya no es un milagro, sino un acto de palabra: cuando el padre finalmente abraza al hijo, se rompe el silencio. El amor, si aún existe, es un gesto de verdad.

La vida es bella (1997). La película de Benigni, es el regreso de la bondad en el siglo del mal. Se atreve a contar el Holocausto como un cuento. Pero no para negar el dolor, sino para salvar su dimensión humana. La fuerza de la película reside en la paradoja: Benigni une payaso y mártir, inocente y testigo. Al igual que Capra y Wise, cree en la bondad como fuerza subversiva; al igual que Redford, sabe que la bondad por sí sola no salva. Lo que salva es la capacidad de dar sentido al dolor, de transformarlo en lenguaje compartido. Es una película sobre la creación artística como gesto de supervivencia: la imaginación es la única forma de seguir siendo humanos en un sistema que deshumaniza.

En versión del jesuita Antonio Spadaro, que desde desde 2011 es director de la revista La Civiltà Cattolica, “estas cuatro películas amadas por León XIV, diferentes en tono, época y estilo, componen una especie de tetralogía de la gracia. En cada una de ellas, la bondad aparece frágil, ridícula, casi anacrónica. Sin embargo, precisamente por eso, es revolucionaria.”


Y añade que “el cine, en estos casos, se convierte en una forma de resistencia espiritual. Capra lo hace a través de la comunidad, Wise a través de la música, Redford a través de la vulnerabilidad, Benigni a través de la fantasía. Sin embargo, todos hablan del mismo milagro: el de quienes, a pesar de saber que el mundo es injusto, deciden seguir siendo buenos”.

Para Spadaro, que ha publicado libros de crítica literaria y de teología en diálogo con la cultura contemporánea, “León XIV reconoce en estas películas una lección que hoy, en la era del cinismo sistémico y de la ironía como defensa, suena casi subversiva. Conviene volver a verlas, una tras otra, tal vez para redescubrir (…) que en estos tiempos de apocalipsis anunciados, la vida es maravillosa: no porque esté libre de dolor, sino porque, a pesar de todo, algunos deciden seguir siendo humanos”.

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El Papa Francisco (Buenos Aires, 1936 – Roma, 2025) dijo en una entrevista que sus películas favortitas eran: La strada, de Fellini; El festín de Babette, de Axel; Rapsodia en agosto, de Kurosawa; Roma, ciudad abierta, de Rossellini. Hay también que volver a verlas.

Rubén Aguilar

Rubén Aguilar Valenzuela es profesor universitario y analista político.

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