Nada tiene que informar quién en seis años se ha dedicado a engañar al pueblo con discursos matutinos llenos de mentiras y utilizado los recursos de los mexicanos en obras inútiles, comenzando por la obsoleta refinería Dos Bocas y siguiendo con el destructor e innecesario Tren Maya y el fracasado aeropuerto Felipe Ángeles.

Hemos tenido como presidente de México a un merolico dedicado a “vender” fantasías, y no a un jefe de Estado representante de todos los ciudadanos. Ni los más grotescos personajes de la cinematografía mexicana, ni los más críticos habían previsto esta figura caricaturesca que ha representado el actual presidente, que podría pasar al elenco de la farándula si no fuera por su trágica realidad. Muy poco de lo que informe corresponde a los hechos, han sido más las fallas y buenos deseos.

Lo más grave de toda esta tragicomedia mexicana no es que haya manipulado y abusado de la gente más necesitada con los programas sociales -un recurso fruto del trabajo de todos los ciudadanos-, sino la actitud indigna de infinidad de políticos que, pasando de la oposición al oficialismo, por intereses económicos o búsqueda de protección política, se han convertido en cómplices de la corrupción encabezada por el actual presidente.

Todos los analistas han explicado, una y otra vez, la ilegal e inconstitucional asignación de la mayoría legislativa a la coalición oficial. Organismos de todos los niveles, nacionales e internacionales -incluyendo la Iglesia Católica-, han señalado la inconveniencia e insensatez de la actual propuesta de reforma constitucional sobre el Poder Judicial. Sin embargo, puede más el odio en el corazón de una persona enferma que el amor a la patria y la opinión de la mayoría de los mexicanos.

La historia juzgará en su momento lo que ahora estamos viviendo.

*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

Pbro. Mario Ángel Flores

Comisionado de la Doctrina de la Fe en la Arquidiócesis Primada de México y miembro de la Comisión Teológica Internacional (CTI). Es director del Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano y fue rector de la Universidad Pontificia de México, cargo que ocupó durante tres trienios.

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