Comentario al Evangelio

Evangelio y lecturas de la Misa del domingo 11 de agosto 2024

Estas son las Lecturas, el Salmo y el Evangelio de la Misa dominical del 11 de agosto 2024. ¡Conócelas!

Lecturas y Evangelio del 11 de agosto de 2024.

  • Primera Lectura: del libro de los Reyes 19, 4-8.
  • Salmo: 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9.
  • Segunda Lectura: de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 4, 30–5, 2.
  • Evangelio del día: Evangelio según San Juan 6, 41-51.

Primera Lectura

Lectura del libro de los Reyes 19, 4-8

En aquellos días, Elías continuó por el desierto una jornada de camino y, al final, se sentó bajo una retama y se deseó la muerte: “¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!”.
Se echó bajo la retama y se durmió. De pronto un ángel lo tocó y le dijo: “¡Levántate, come!”.
Miró Elías, y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar.
Pero el ángel del Señor le volvió a tocar y le dijo: “¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas”.
Elías se levantó, comió y bebió, y, con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.
Palabra de Dios

Salmo

Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9

R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias. R/.

El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 30–5, 2.

No pongáis triste al Espíritu Santo de Dios con que él os ha marcado para el día de la liberación final.
Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.
Palabra de Dios

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 41-51

En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”, y decían: “¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?”.
Jesús tomó la palabra y les dijo: “No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios». Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.
Palabra del Señor

Comentario al Evangelio: Ir al encuentro de Dios

Nos encontramos con el tercer momento dentro del signo de la multiplicación de los panes narrado por San Juan, evangelista. El texto inicia con la respuesta de los judíos ante la presentación que Jesús hace de sí: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo». Dicha auto revelación evoca a la experiencia del pueblo de Israel en el desierto, donde Dios les dio el maná. Por eso, la reacción de los judíos ante Jesús es equiparable también a la de sus antepasados, quienes a pesar de haber visto los signos de Dios, «murmuraron» contra Él.

Este verbo «murmurar» según el hebreo y el griego posee significados muy ilustrativos de su carácter negativo. En hebreo, por ejemplo, corresponde a «motzirah» que significa literalmente: «sacar maldad por la boca». Llama la atención su peculiar parentesco con «leproso» (metzorah); si notamos hay un juego de vocales en las dos palabras. Podríamos decir, bajo esta correlación que, una persona que «murmura», esto es, que habla mal de alguien, manifiesta un interior podrido como la lepra.

Mientras que, en griego, «murmurar» es comprendido como un verbo onomatopéyico, es decir, que la palabra imita fonéticamente aquello que describe. «Murmurar» se escribe y se pronuncia de esta forma: «gongyzein» que, según los expertos corresponde al «arrullo ahogado» de las palomas o, también para otros, al sonido producido por las serpientes (serpenteo). Teológicamente, podríamos decir que, «murmurar» es el verbo de la rebelión, del rechazo y del corazón malagradecido.

De hecho, así sucede en este pasaje: después de la multiplicación de los panes, los judíos no vieron en el signo al Hijo de Dios, sino interesadamente a un “mero proveedor de pan”. Por eso, Jesús les dirá: «Ustedes me buscan no porque han visto signos, sino porque han comido pan hasta saciarse» (Jn 6,26). Y ahora, han pasado de la búsqueda interesada al rechazo, olvidando la gratitud de haber comido.

Sin embargo, el evangelista desea que, ante ese rechazo de los judíos, el lector comprenda que hay todo un proceso gratuito proveniente del Padre: «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envía no lo atrae». ¿Qué se necesita para entrar en la gratuidad de Dios? Podríamos decir que son tres aspectos (Jn 6,45): docilidad: “serán todos enseñados por Dios” | escuchar: “todo el que escucha al Padre y aprende” | ir al encuentro: “viene a mí”. Que, en este domingo, Dios nos conceda ese corazón dócil para dejar nuestra lepra (murmuraciones), y sanar nuestro interior con la escucha de su Palabra. Sólo así podremos ir al encuentro de Dios; sólo así podremos caminar como hermanos.

P. Julio César Saucedo

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