Desde los inicios del cristianismo el arte ha buscado, mediante las bellas formas, expresar, enaltecer, exaltar y difundir la fe. Y no han sido pocos los artistas plásticos que se han consagrado a Dios, tanto en la vida monacal o sacerdotal. Dentro de las órdenes religiosas, la de los Benedictinos se ha caracterizado por ennoblecer los espacios de culto, así como las vestimentas, rituales, vasos sagrados, libros de coro y demás objetos sacros.
Por difundir la cultura en Europa, San Benito -su fundador- fue nombrado patrono de aquel continente. También, antes de la renovación litúrgica propuesta por el Concilio Vaticano II, algunos monasterios benedictinos de Bélgica, Francia y Alemania ya presentaban avances.
En México destaca el trabajo del benedictino Fray Gabriel Chávez de la Mora quien se ha distinguido por el diseño, renovación, adaptación y recuperación de la arquitectura religiosa, al grado de que Bellas Artes montó una exposición como reconocimiento a su obra.
Fray Gabriel nació en Guadalajara en 1929 y formó parte de la primera generación de la escuela de Arquitectura de aquella ciudad. Más allá de su preocupación por construir bellas obras y, buscando como desarrollar su principal obra: la de su propia vida, en 1955 ingresó al Monasterio Benedictino de Santa María de la Resurrección, en Cuernavaca.
Ahí se dedicó a realizar trabajos de artesanía, imaginería iconográfica, trabajos en plata, serigrafía, pergamino, cerámica y esmalte, creando su propia caligrafía. En arquitectura, es fiel seguidor de la escuela tapatía iniciada por Luis Barragán. Se preocupa por diseñar edificios hermosos y, a la vez, que respondan a las necesidades de los servicios que un centro religioso, más allá del culto, debe ofrecer.
Entre sus obras sobresale la Capilla Ecuménica La Paz que, con su gran cruz, domina la bahía de Acapulco, y las realizadas en colaboración con el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez: Nueva Basílica de Guadalupe, la Catedral de Nezahualcóyotl y la Capilla Guadalupana, en el Vaticano.
Ha colaborado en catedrales, parroquias, capillas y centros culturales, pero todos ellos, a decir del autor, tienen un mismo fin: “que mis obras glorifiquen a Dios y santifiquen a mis hermanos, porque de éstas únicamente permanecerá el amor con que las hice”.
*El padre José de Jesús Aguilar es Director de Arte Sacro de la Arquidiócesis Primada de México.
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