Me sorprende ejemplarmente la acción comprometida del Papa Francisco, ejerciendo su liderazgo mundial, que no solo llama a los católicos, sino a todo hombre y mujer de buena voluntad a unirnos en oración, y a ofrecer ayunos, en especial este 2 de marzo, Miércoles de Ceniza, y que lo haga insistentemente en sus consecutivas audiencias, y rezos del Ángelus en la Plaza san Pedro, así como a través de sus redes sociales.
Y que además de esta oración planetaria a la que convoca, por la paz en Ucrania principalmente, no olvida la barbarie de la guerra, que también padecen países, como Yemen, Siria y Etiopía.
Además de ello, mostrándose proactivo, y sin ninguna dilación, el Obispo de Roma, personalmente va a la sede de la Embajada de la Federación Rusa ante la Santa Sede, a externar sus graves preocupaciones por las consecuencias de esta terrible guerra; y al mismo tiempo, conmovido profundamente ante el dolor por los heridos, los muchos fallecidos y las personas, entre ellos millares de niños, que buscan refugio dentro y fuera de su país, telefonea directamente al Presidente de Ucrania, expresándole su voluntad de hacer todo aquello que está en sus manos.
Y al mundo entero le grita con toda su fuerza: “¡Que callen las armas! Dios está con los que hacen la paz, no con los que usan la violencia. Quienes aman la paz, repudian la guerra como instrumento de agresión contra la libertad de otros pueblos y como medio de solución de las controversias internacionales (Ángelus 27 de febrero 2022).”
Jamás debemos olvidar, que la más alta prioridad es construir la paz, cultivar la paz, alcanzar la paz, y no desfallecer en la oración, y en ofrecer todos los esfuerzos y sacrificios, a tiempo y a destiempo.
Es inverosímil, que ante la dramática pandemia del covid 19, que asoló toda la tierra, y que aún sigue causando estragos, se haya hecho un esfuerzo vertiginoso y sin precedentes por salvar a la humanidad; y ahora, con esta insensata guerra, tan solo unos meses después, se amenace con destruirla.
En nombre de Dios, en nombre de toda la humanidad, en nombre de los valores más altos de nuestra civilización, detengamos por favor la guerra, y con ello, la muerte de infinidad de seres humanos.
Y no solo gritemos a los gobernantes mundiales que pongan su parte, sino que también nosotros, actuemos en el ámbito y dentro de la competencia que tenemos, desde la propia casa, trabajo o escuela, con cercanos y lejanos, con conocidos y extraños, y dejemos nuestras diferencias, cualesquiera que están sean, y perdonémonos mutuamente faltas y ofensas, y oremos y trabajemos juntos por la paz.
Mons. Alfonso Miranda Guardiola es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Monterrey.
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