DIOS ME HA PERMITIDO tocar el cielo con la mano, acariciar su presencia en la inmerecida cercanía con que nos rodea en la sencillez de lo cotidiano, en la frialdad de lo rutinario y hasta en la flaqueza de lo insignificante; ¡Dios jamás nos abandona por la simple razón que su esencia es presencia amorosa, sin fin ni cansancio!…
PUEDO DECIR QUE en sus planes -¡siempre divinos y desconcertantes!- también me ha permitido entrever algo del tremendo infierno que somos capaces de construirnos, rozar la inmunda negrura de nuestras miserias, nacidas de la soberbia y egoísmo al que estamos expuestos todos los mortales; ¡sin Dios ya nos habrían engullido las fauces del abismo!…
CON EL DON DE LA FE nos vinculamos a la muerte y resurrección de Jesús, el Hijo de Dios, a quien apenas hemos celebrado llegando al vértice de la Pascua; ahí, en medio de la oscuridad de la muerte, más que encender un cirio ¡hemos proclamado que Jesús es Luz del mundo, que Él disipa las tinieblas de nuestras miserias humanas, que nuestro destino es contemplar su rostro, gozar de su presencia!…
LAMENTO MUCHO que con frecuencia nos quedamos enfangados en viles lodos hediondos de rencores y desconfianzas, atrapados en las ratoneras cotidianas de violencia, mentira, y ambición; ¡parecería que nos conformamos y resignamos a quedar fuera del auténtico paraíso, besando las cadenas de la esclavitud, olvidando que somos hijos paridos para la libertad y la vida de Dios!…
COMO RELOJ PRECISO que marca las horas y minutos sin error perceptible, doña Panchita estaba al pendiente de su próxima cita con el médico, pero no le movía la esperanza de alcanzar la salud sino el afán de volver a rascar las heridas de la vida, de que retoñara el fantasma del rechazo que le persigue desde hace décadas (mejor dicho, fantasma que ella no deja de perseguir): ¡parecía que visitaba al doctor con el propósito de seguir enferma!…
LOS MALES REALES que aquejan a doña Panchita más bien son producto de los años acumulados, los descuidos repetidos y la cerrazón de su cabecita; no había podido yo hacer mella en su coraza hasta que pude convencer a sus hijos para que le acercaran a los nietos, advirtiéndoles que evitaran el clásico papel de que ella “los cuidara”, más bien con la consigna de que ellos la incluyeran en sus juegos y diversiones pero respetando las condicionantes de su edad (¡ya no es una niña, aunque se comporte como tal!)…
ME PARECE QUE ALGO semejante está sucediendo con nuestra sociedad, porque estamos asumiendo las ventajas de la ciencia y la tecnología, de la participación política, de la diversidad cultural, de cierta solvencia económica (como Panchita con el médico) pero para quedarnos en los males de siempre: mucha ciencia y seguimos atados a la superstición, mucha democracia y coqueteamos con dictaduras y totalitarismos, tanta cultura y en su nombre alentamos la barbarie, tenemos dineros y los gastamos en chucherías…
DESDE EL DISCRETO podio que constituyen estas líneas, quiero dirigirme a todas las naciones y pueblos y familias y sindicatos y asociaciones y grupos y empresarios y etcéteras, para que dejemos de mirarnos el ombligo (así decía un insigne maestro de mi preparatoria), para que dejemos de mirarnos al espejo (así nos invita el Papa) y miremos los ojos de las nuevas generaciones (así lo hizo Jesús con el joven rico), necesitadas de ideales más que de aparatos, urgidas de valores más que de dineros, sedientas de presencia más que de virtualidades…
SÉ QUE LOS PUEBLOS y naciones no están al pendiente de lo que escribo, pero cuando tú leas esto -amable lector- volveré a tocar el cielo con la mano pues Dios se hace cercano cuando tú abres la mano, sabré que se vuelve a cumplir lo enseñado por Jesús: que el reino de Dios es como la semilla de mostaza, que siendo pequeña crece poco a poco hasta que las aves hacen nido en sus ramas…
RÁPIDO Y EN BREVE te platico que durante la cuaresma pude dar el sacramento de la reconciliación a diversas personas, y si bien algunos no fueron más allá de una rutina acartonada aferrándose a sus achaques pasados, también hubo quien lo hizo con el afán de crecer y sanar, de encontrar la luz y la paz, ¡de tocar el cielo de la presencia divina!…
MENOS RÁPIDO Y NO TAN BREVE te diré que José Luis llegó hace tres meses a una banca del parque y la hizo su hogar, vivía en su mundo de indigencia y algo procuramos incluirlo en el nuestro de autosuficiencia: muy poco fue el bien que le hicimos y mucho bien nos hizo al sensibilizarnos de su condición de hijo de Dios -como todos-; ya no está por x-y-z y supimos que no volvería, pero dejó sus tilichitos y no dejamos que los echaran a la basura sin más, nos pusimos de acuerdo y los tratamos con respeto, como tocando el cielo de la presencia de Dios en uno de sus hijos más necesitados…
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