En la lectura del evangelio hoy, domingo 12 de febrero, se mencionan el quinto y sexto mandamiento de los diez mandamientos del Antiguo Testamento. ¿Por qué Jesús se saltó los primeros cuatro?
Este es ya el tercer domingo que dedicamos al sermón de la montaña y leemos el final de la segunda parte del discurso, en la cual el Señor aclara que viene a llevar la Ley a plenitud y no a derogarla (Mt 5,17-19). Posteriormente inicia la sección central del sermón que abarca de 5,20 y llega hasta el final del capítulo en el versículo 47. Es cierto que Jesús no inició la promulgación de la Nueva Alianza con un decálogo, diez mandamientos, sino con una bienaventuranzas. Pero en esta parte de su discurso, sin derogar los mandamientos del Antiguo Testamento ofrece una clave de cumplimiento muy superior a lo que los judíos acostumbraban y para muestra, según leemos el día de hoy, “pone dos botones”.
El mandamiento quinto y sexto tratan sobre temas fundamentales de la interrelación humana, el respeto de la vida de los demás y el respeto de la sexualidad humana. En el primer caso, Jesús pone el punto de sustento para el cumplimiento del mandamiento en una acto propio del sujeto, “enojarse” y dos más en agresiones verbales: “llamar al hermano imbécil” o llamarlo “renegado”, esto equivale a desearle que se vaya al infierno.
Como podemos observar, el cumplimiento de la Ley de Moisés mira no tanto a la muerte física, sino a la lesión voluntaria de la relación aunque esta solamente se dé en uno mismo. Esto mismo observamos al tratar el sexto mandamiento, Jesús solamente hace referencia a una imaginación, “mirar con deseo…, ya cometió adulterio en su corazón”.
Resulta claro el ejemplo sobre la superioridad de la justicia que Jesús espera de sus discípulos con respecto a la de los escribas y fariseos, y lo expresa el Señor diciendo, “si recuerdas que algún hermano tuyo tiene algo contra ti ve a reconciliarte con él antes de presentar tu ofrenda”, o bien “nunca jures por nada, solamente di sí cuando sea sí y no cuando sea no, lo demás viene del maligno”.
Mons. Salvador Martínez es rector de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe.
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