¡Habrá examen!

Son dos palabras que no dejan indiferente a quien será examinado. Y suelen ser respondidas con otras 2 palabras: ‘¡ay nanita!’.

Pensar en ser examinado despierta aprensión, sobre todo cuando no se tiene idea de en qué consistirá el examen.

Recuerdo que en la escuela algunos maestros, que se compadecían de nosotros, nos daban con anticipación el temario del examen y además nos decían qué preguntas contarían más en la calificación final. Saberlo nos permitía ponerle más atención a ciertos temas, y aumentaba nuestra posibilidad de salir bien librados en la prueba.

Reflexionaba en esto con motivo de la Solemnidad de Todos los Santos que celebramos este primero de noviembre.

Solemos pensar que santos son sólo los canonizados, los reconocidos oficialmente por la Iglesia, pero no es así. Santos son todos los que están en el Cielo porque ¡para poder ir al Cielo hay que ser santo! Ni modo, es requisito indispensable (aquí no ‘aplican restricciones’).

Ahora bien, que esto no desanime a nadie. Hay quienes tienen la idea de que para ser santos deben practicar las virtudes en grado heroico, y no se creen capaces de llegar a tales extremos. Que no cunda el pánico. Dios conoce nuestras capacidades y nuestros límites, y espera simplemente que, sostenidos por Su gracia, hagamos lo que podamos, lo mejor que podamos. Eso es todo. No quiere que nos conformemos con ser mediocres, pero tampoco nos exige ser héroes. Lo que sí espera es que aprovechemos la ayuda que nos da (Su Palabra, los Sacramentos) y que nos esforcemos por cumplir Su voluntad, y tomará muy en cuenta el empeño que pusimos.

Cabe aclarar que la salvación es un don gratuito que Dios nos regala. Nada que hagamos puede asegurarnos que seremos salvados. Pero hemos de demostrar con nuestras obras que valoramos y aceptamos ese inmerecido don.

La Iglesia Católica nos enseña que cuando muramos, llegaremos ante Dios a enfrentar nuestro juicio particular (ver C.C.E. #1021-1022), como quien dice: ¡Habrá examen!

Pero que no se nos pongan los pelos de punta ante estas dos palabras, porque la Iglesia, como Maestra compasiva, ya nos dejó saber el temario de ese examen para que desde ahora podamos irnos preparando. El Catecismo nos revela en qué consistirá citando una frase de san Juan de la Cruz: “A la tarde te examinarán en el amor”. ¿Qué significa eso? Que el temario del examen más importante que hemos de enfrentar, del que dependerá a dónde iremos a pasar la eternidad, tratará acerca de si hemos amado o no. Tiene lógica. Dice otro san Juan, el apóstol y evangelista, que “Dios es Amor” (1Jn 4, 8) y que sólo quien ama conoce a Dios.

Ahora bien, el tema del amor es tan amplio, que conviene concretarlo. Lo bueno es que ya Jesús nos reveló cuáles son los aspectos que contarán más para nuestra calificación final. Por falta de espacio cabe mencionar aquí sólo 3, pero ten por seguro que si los practicas no reprobarás.

  1. Amar a los que no te aman

Dice Jesús que si amas a los que te aman no haces nada de extraordinario (ver Lc 6, 32.35). Por ello nos pide amar al enemigo, es decir, al que nos hace la vida imposible, al sangrón, al que hace mal y nos cae mal. Amarlo no implica que nos guste o aprobemos lo que hace, implica desear y procurar su bien. Y desde luego, encomendarle a Dios.

  1. Perdonar

Jesús advirtió que si no perdonamos, no seremos perdonados (ver Mt 6, 14-15).

No podemos llegar al Cielo cargando un costal lleno de rencores, tenemos que soltarlos para poder entrar por la puerta, porque ya nos avisó Jesús que es estrecha (ver Lc 13, 24).

  1. Practicar la misericordia

Jesús dijo “Bienaventurados los misericordiosos porque obtendrán misericordia” (Mt 5, 7), y prometió el Reino de los Cielos a quienes realicen obras de misericordia (ver Mt 25, 31ss), es decir, actos de amor en favor de otros. La Iglesia propone 7 obras corporales y 7 espirituales. Conócelas y practica al menos una de cada una cada día. Contarán mucho en tu calificación global, y serán de gran ayuda para que puedas presentarte sin miedo a tu examen final.

 

Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

 

Alejandra Sosa

Es escritora católica y creadora del sitio web Ediciones 72, colaboradora de Desde La Fe por más de 25 años.

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