Una tarde fría de invierno, trabajando como él solía hacerlo, dialogando, que no imponiendo, su corazón dijo basta y se fue para siempre -como se van los grandes- dejando imborrable el recuerdo del amigo, del luchador, del maratonista, del padre de familia y del polémico, Jorge Serrano Limón.

Lo conocí bien, con frecuencia desayunábamos, discutíamos, reíamos, rezábamos y dialogábamos, como lo hacen los amigos. Cuatro aspectos de su vida me impactaron siempre: su fortaleza y disciplina, su amor a la vida, su inquebrantable fe y la calidad y calidez de su trato, especialmente a su mujer Magda y los suyos.

Jorge nació en la ciudad de México hace 71 años, inició sus estudios en la escuela primaria Benito Juárez y los terminó cursando la carrera de Administración en la Universidad Latino. Hijo de Gustavo Serrano Mass, abogado Penalista de la Libre de Derecho y sobrino nieto de Ana Maass de Serrano, conocida profesora de filosofía de la UNAM, cercana al Maestro Vasconcelos.

Casado con 7 hijos. Desde 1978 Jorge trabajó en la promoción y defensa de la vida, tema en el que vio siempre más allá, con claridad meridiana, como más allá vieron los que siempre a la venta o uso de los hombres de color en siglos pasados y fueron tachados de radicales locos o los que reclamaban el derecho al voto de la mujer cuando ella tenía prohibido acercarse a las urnas.   

El día que se reconozca que el óvulo y el espermatozoide son seres vivos, que al unirse forman una vida humana única e irrepetible, se entenderá mejor al Serrano Limón que se nos ha marchado.

Pienso en una cena en los años 80s en la ciudad de Monterrey en la que el Dr. Bernard Nathanson, fallecido apenas hace 11 años, mejor conocido como el rey del aborto por los más de 60 mil abortos que practicó, reunión en la que él mismo taciturno como era, acompañado de su esposa comentaba que gracias a la ciencia alcanzó a ver con claridad que desde la concepción lo que existe es un ser humano vivo y que por esta razón su vida dio un giro de 180 grados y destinó el resto de su existencia a defenderla y promoverla.

Ese es Serrano Limón, al que era común verlo correr por los viveros de Coyoacán a las 5 de la mañana, que participó en más de 90 maratones y presumía de haber dado 4 veces la vuelta al mundo, el de los métodos de comunicación masiva cuestionables y creativos, ese  luchador de la vida que trabaja afuera de los hospitales del país  y de Latinoamérica tratando de convencer a quienes van a abortar de que no lo hagan, ese Jorge que, con la gracia de Dios consiguió evitar decenas de miles de abortos, se nos ha ido.

Ayer por la noche al saber de su muerte se instalaron en mi mente y no se han ido, las palabras que hace más de dos mil años escribió San Pablo, antes de morir, a su amigo Timoteo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida”.

Pablo Mier y Terán

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