La pandemia de Covid-19 ha causado miles de muertes en todo el mundo y ha ensombrecido el paisaje de millones de personas que han perdido a seres queridos, empleos o proyectos de vida, sin embargo, no deben dejar de contemplar un arcoíris esperanzador, como el que le apareció a Noé y a su familia, luego de que Dios los confinó en el arca durante 40 días con sus noches a causa del diluvio universal.
Debemos tener la fe de Daniel, quien encerrado con los leones no sufrió daño alguno. O la fe y la caridad de Josué, quien abandonado por sus hermanos en un pozo salió con vida para convertirse en el gobernador de Egipto, y movido por la gracia del Espíritu Santo pudo descifrar el sueño del faraón.
La lectura en la Biblia del Libro de Job nos da una gran enseñanza sobre la forma de superar las dificultades de la mano de Dios, la fe que se debe tener en Él y en su Divina Providencia. Dios no nos abandona, aunque a veces surgen pruebas difíciles. El pasaje de la enfermedad de Tobías, su ceguera y de la ayuda que recibió de Dios por medio del Arcángel Rafael nos debe llenar de esperanza y consuelo.
A través del Espíritu Santo, después de la Resurrección de Cristo, muchos hombres recibieron sus dones: la sabiduría, el don de entendimiento, el don de consejo, la fortaleza, la ciencia, la piedad y el temor a Dios, y gracias a ellos, la humanidad ha podido progresar en todos los campos de la ciencia y tecnología, ha podido llegar a la Luna y se encamina a Marte, y ha descubierto vacunas contra enfermedades como el sarampión, la rubéola, la poliomielitis, el tétanos, la viruela, entre otras.
Ahora que enfrentamos un problema más en la Casa Común, debemos estar conscientes de que todos en la Tierra somos hermanos, y prueba de ello es que desde varios países se intercambian informaciones sobre la elaboración de vacunas contra el Covid-19 en favor de la vida, que es el mayor privilegio divino.
Por todo el mundo comienzan a circular miles de vacunas, recuerdan a la paloma que soltó Noé desde el arca y que vuelve con una rama de olivo en su pico como señal de esperanza.
En México, este lunes 15 de febrero comienza una importante campaña de vacunación entre la población civil, empezando por los adultos mayores que son los más vulnerables a esta enfermedad, y que providencialmente coincide con varias fiestas litúrgicas importantes, entre ellas, Nuestra Señora de Lourdes que se celebró el 11 de febrero, santa patrona de los enfermos. También coincide con san Valentín, quien es recordado cada 14 de febrero por ser el patrono de los enamorados y de la amistad. A ellos les podemos encomendar su mediación ante Dios por el éxito de esta campaña de vacunación.
Hay otros santos que gozan de la presencia del Señor a quienes también podemos recurrir en nuestras plegarias por el fin de la pandemia, como son San Cosme y san Damián, santa Gala de Roma, san Juan Grande Román, María di Gesú Emilie, san Damián de Molokai, fray Martín de Porres, santa Teresa de los Andes, san Carlos Borromeo, el Padre Pío, o la mexicana santa María de Jesús Sacramentado Venegas.
Entre tantas noticias de muertes, se deja a un lado el gran número de personas que han podido recuperar la salud en medio de esta pandemia, en el caso de México son más de un millón y medio, según los datos oficiales.
A semejanza de los niños que superan el cáncer, y tocan una campana en los hospitales donde fueron atendidos para dar aliento a los demás pacientes, los sobrevivientes del Covid pueden hacer públicas sus plegarias para agradecer a Dios con un Padrenuestro y visibles sus experiencias para alentar a otros en su lucha por la vida.
Las vacunas son producto del avance científico y se debe tener fe y esperanza en ellas, se hicieron gracias a los dones del Espíritu, quien al paso de los siglos ha inspirado el desarrollo de descubrimientos médicos como la primera vacuna realizada en 1776, por el médico británico Edward Jenner, y que fue inoculada a un niño de 8 años. Gracias a ello, dos siglos después, la OMS declaró erradicada la viruela.
Luis Pasteur, buen católico y hombre de fe, en 1885 inyectó a un niño de 9 años la vacuna contra la rabia. Posteriormente, fue el Instituto Pasteur donde se creó la vacuna contra la tuberculosis.
En 1937 un virólogo sudafricano desarrolló la vacuna contra la fiebre amarilla lo que le valió el Premio Nobel de Medicina en 1951. La vacuna contra la difteria logró la reducción de muertes en un 90 % entre 1980 y el año 2000. Algo similar ocurrió con el sarampión, cuya vacuna forma parte de los medicamentos esenciales de la OMS; la primera vacuna contra el tétanos se desarrolló en 1924; la poliomielitis, que es la segunda vacuna oral, fue anunciada en 1952, y en 1985, la vacuna contra la hepatitis B.
Así, pues, los dones del Espíritu se ven reflejados en un sinfín de obras científicas, lo que nos llama a tener fe y esperanza, como aquel arcoíris que fue el pacto de Dios con Noé, luego del Diluvio Universal.
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Carlos Villa Roiz es periodista especializado en religión y colaborador de Desde la fe.
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