Me platicó un señor Cura que, hace poco tuvieron una reunión de sacerdotes de decanato, y que uno tristemente comentaba que ya no hallaba qué hacer con las palomas que llegaban al campanario y al techo del templo, pues desde ahí descargaban todas sus cosas, ensuciando las paredes, las bancas, los reclinatorios, por lo que diariamente tenía que limpiar tooooda la Iglesia.
Otro padre, viendo su aflicción rápido le contestó: ¡No te apures, hermano, yo tengo la solución! – ¿Existe una?
– Sí, mira, yo a las palomas un buen día las agarré, las inscribí y metí al catecismo, les di las clases, y ya que terminaron, les di la Confirmación y y la Primera Comunión, y ya nunca más se volvieron a parar en la Iglesia.
Inspirado en leyenda popular.
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