Nuestros antepasados se refugiaron en cuevas para protegerse de las inclemencias del tiempo, para esconderse de los animales o de otros humanos.

Esos orificios en las montañas también sirvieron de hogar, (que viene de hoguera), en donde alrededor del fuego, florecieron las historias que fueron forjando a los miembros de cada comunidad, a través de las generaciones.

Hoy a esas cuevas les llamamos casas-habitación, donde el fuego es “on-demand” y ya no está al centro de la casa. Ahora ha sido reemplazado por un emisor de luz y sonidos, en donde ya las historias ya vienen encapsuladas en forma de series, películas, documentales o noticias.

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En los últimos años, incluso esa luz se ha descentralizado en cada uno de los miembros de cada familia, es como si cada quien tuviera su propia fogata, una antorcha alrededor de sí mismo que lo conecta con una tribu más allá de la cueva moderna.

Cuando apretamos el botón de encendido de nuestros celulares, ¿qué esperamos que salga de ellos? ¿acaso no se han convertido en las nuevas lámparas que frotamos para que salga una voz que no solo nos diga “a sus órdenes, amo”, sino que además nos lee la mente y nos presenta todo lo que queremos y deseamos?

El fuego que ayudaba a la humanidad a reconocerse en la oscuridad, a ser el centro de la conversación y del baile, ahora se resignifica en imágenes, mensajes, videos y emojis que brotan de un artefacto en forma de luz y sonido, al que reaccionamos, cuidamos e incluso le damos órdenes para que, como buen cartógrafo, nos ubique en el planisferio de la colonia a la que iremos o incluso estamos llegando a pedirle que le baje el volumen de la bocina o que prenda la luz de la cocina.

Aquella lámpara de aceite de Aladino, hoy se convierte en una lámpara proyectora de información, deseos y conexiones que al frotarla aparece un genio on demand que se hace presente si, y solo si, hay señal y suficiente batería para funcionar.

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Ahora bien, independientemente si estamos en modo avión o conectados, ¿sabemos reconocer cuándo arde el corazón por la presencia del Maestro en el camino?

 

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Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.

Abraham Flores

Educador. Casado y padre de tres hijos. Ingeniero químico con estudios de filosofía, antropología, teología e impro teatral. Desarrollador de procesos creativos para empresas, instituciones (eclesiales y gubernamentales), organizaciones de la sociedad civil. Evaluador de proyectos de inversión y consultor en procesos de desarrollo del cliente. Flp 4,13.

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