Se ha especulado mucho sobre la “Estrella de Belén” que condujo a los “Reyes Magos” hasta el pesebre donde había nacido el Niño Dios, el redentor del mundo. En general se han inclinado a buscar una explicación natural a algo que es en esencia sobrenatural.

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¿Cómo podemos, en forma natural, explicar que unos hombres ‘sabios’ de Oriente hayan ‘visto su estrella’ y partieran en una peregrinación épica a buscar ‘al Rey de los Judíos’ que acababa de nacer? Ese anuncio tiene todas las señales de las otras intervenciones divinas asociadas con el nacimiento de Jesús: La Anunciación, los sueños de San José para huir a Egipto y para regresar, etc., etc.

La tendencia para desmitificar la acción de Dios en el mundo es antigua, y se ha querido explicar ‘científicamente’ por qué se abrió el Mar Rojo al comando de Moisés, o cual es la especie botánica del Maná que cayó en el desierto, o como es que Jesús caminó sobre el agua, etc., etc., etc. Todo esto tratando de hacer a un lado la acción providente de Dios en favor de sus creaturas, con la ocurrencia de un fenómeno natural con una altísima improbabilidad de ocurrir, en lo que podríamos llamar una ‘lectura cientificista’’ de los textos Bíblicos. Buscando sustituir lo sobrenatural, inventan ‘explicaciones naturales’ descabelladas que tuercen la razón y la naturaleza hasta límites inimaginables.

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Con respecto a la “Estrella de Belén” se ha dicho que fue una Estrella Nova, esto es una ‘nueva estrella’ que aparece en el cielo, que no es otra cosa que una estrella invisible a simple vista, pero que naturalmente aumenta su brillo en forma descomunal y que puede verse durante varios días hasta meses, hasta que finalmente desaparece nuevamente de nuestra vista. Esto no corresponde con lo que dicen los evangelios de la “Estrella de Belén” que aparece, desaparece, se mueve, se queda quieta. No, no es una estrella nova.

Otros dicen que fue una ‘Alineación Planetaria’, esto es, que varios (algunos llegan a decir que todos) planetas, visibles a simple vista se alinearon en el cielo: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno –los demás no son visible a simple vista- y que este espectáculo dio la impresión de una gran estrella que sería de lo que hablan los evangelios. Explicación que tampoco pega.

Si bien, las alineaciones planetarias llegan a ser espectaculares –quien haya visto alguna vez a Venus, junto a la Luna y/o Júpiter o Saturno lo habrán constatado- la alineación en conjunto nunca llegan a parecer una estrella. No forman una línea recta, se nota que se trata de varios cuerpos celestes diferentes y la formación estelar va cambiando de día a día. Una noche Júpiter está junto a la Luna y al día siguiente ya está más lejos de la Luna. No, tampoco es una ‘alineación planetaria’

Se ha hablado también de un cometa –incluso lo llegan a relacionar con el Cometa Halley y calculan la fecha de su paso más aproximada, al nacimiento de Cristo. En fin, tratando de rechazar la explicación más natural –quizá debía decir sobrenatural-  a la Estrella, se devanan los sesos sin llegar a nada.

Los Evangelios son muy claros: la “Estrella” es una señal del cielo para conducir a estos hombres sabios, amantes y buscadores de la verdad, a encontrar a quien es LA VERDAD, como Él mismo nos lo dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6). Así, debemos entender a la Estrella como un mensajero de Dios, un Ángel que se va manifestando según los Sabios lo van requiriendo para finalmente detenerse sobre el humilde pesebre donde ha nacido el Rey del Universo.

Considero que no puede haber una explicación más teológica, simple, natural, sobrenatural y racional que el que la “Estrella de Belén” haya sido un Ángel enviado por Dos, que se manifiesta de esta forma para conducir a los Sabios de Oriente –y a cualquier otro honesto buscador de la verdad- a encontrarse con la VERDAD ETERNA encarnada en aquel humilde niño, que siendo Rey, nació en un pesebre y cuyo nacimiento fue celebrado por los humildes pastores, únicos invitados, junto con los Reyes Magos, a este momento crucial de la historia de la salvación del género humano.

No nos dejemos desviar por interpretaciones complicadas y rebuscadas  que buscan ignorar la acción providente de Dios en el mundo. Aprendamos a reconocer en los acontecimientos cotidianos, el amor infinito del creador por su creación y por sus creaturas, y agradezcamos su permanente mirada amorosa sobre nosotros. Él prometió: “Yo estaré con ustedes hasta el final de los tiempos” (Mt 28,20)

*El autor es Presidente del Centro Mexicano de Sindonología y Académico de la Universidad Intercontinental. Puedes seguirlo aquí

Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión, y no necesariamente representa el punto de vista de Desde la fe. 

Adolfo Orozco Torres

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