Los cielos proclaman la gloria de Dios; el firmamento revela la obra de sus manos (Sl 19,1-2).
El tema del diálogo entre la ciencia y la fe ha tomado un lugar importante en los círculos académicos y culturales de los últimos tiempos. En algunos espacios generadores de opinión pública se habla con frecuencia de un enfrentamiento y de antagonismo, mientras que en los ambientes académicos, la generalidad es de una búsqueda objetiva y constructiva de este diálogo con el apoyo de la filosofía.
Una posible explicación de esta diferencia quizá se deba a los remanentes de la educación positivista en que ha estado inmersa la educación en México y según la cual, sólo aquello que es comprobable ´científicamente´ es verdadero y, por lo tanto, el mundo espiritual en general y las religiones en particular, no dejan de ser meras ilusiones que no tienen ningún sustento en la realidad objetiva.
Sin embargo, la misma realidad nos pone de manifiesto la falsedad de este ‘enfrentamiento’ entre la ciencia y la fe. Esto lo expresó magistralmente, en una entrevista en 1933, para el New York Times, el Dr. Georges Lemaitre, astrofísico, creador de la teoría del “Átomo primigenio” vulgarmente conocida como la “Teoría del Big Bang”, quien además era un sacerdote católico que, junto a su actividad científica de primera línea, oficiaba Misa, bautizaba y cumplía con sus labores religiosas.
Ante una pregunta sobre si su calidad de sacerdote influía en el rumbo de sus investigaciones, o si le prohibía abordar ciertos temas, o de algún modo afectaba su trabajo, el Dr. Pbro. Lemaitre contestó: “Yo me interesaba por la verdad desde el punto de vista de la salvación y desde el punto de vista de la certeza científica. Me parecía que los dos caminos conducen a la verdad, y decidí seguir ambos. Nada en mi vida profesional, ni en lo que he encontrado en la ciencia y en la religión, me ha inducido jamás a cambiar de opinión”.
O sea, queda claro que los caminos para la búsqueda de la verdad pueden ser los de la fe, o los de la ciencia, ambos son diferentes, pero conducen hacia la verdad en sus múltiples manifestaciones, siempre y cuando se realicen respetando los campos específicos de cada disciplina, sus métodos de trabajo y sus instrumentos específicos de investigación.
En otro momento Lemaitre distingue entre la verdad natural que “es proporcional a las capacidades de nuestra inteligencia natural” y la verdad sobrenatural que “nunca puede ser alcanzada por nuestros propios medios y es necesario que nos sea revelada.
Esta distinción es sumamente importante. Dios nos ha dotado de una mente racional, inquisitiva que nos permite ‘interrogar’ al universo y aprender por nuestros propios medios cómo es y cómo funciona el mundo natural. El mismo Albert Einstein decía que lo más sorprendente del universo es que sea inteligible, que la razón humana sea capaz de desentrañar el ‘modus operandi’ del mundo material. Por esta razón, nos dice Lemaitre: Dios no sustituye al hombre en la búsqueda de la verdad natural ya que para eso lo dotó de razón.
En cambio, para las verdades sobrenaturales, el hombre necesita la ayuda de Dios. Algunas de éstas son los dogmas, verdades que están fuera del alcance de la razón, pero que una vez revelados, se puede decir que son perfectamente razonables. Por ejemplo, que María fue concebida sin pecado original es de lo más razonable si consideramos que en su vientre se iba a concebir a Cristo, segunda Persona de la Santísima Trinidad. Qué más lógico y razonable que el continente del Verbo Divino sea impoluto.
Regresando a Lemaitre y las relaciones ciencia y fe. Lemaitre decía: El científico cristiano trabaja con los mismos instrumentos que el científico ateo, porque ambos están investigando el mismo universo. Pero a diferencia con el científico ateo, para quién el conocimiento del Universo no pasa de ser algo utilitario o la satisfacción de una curiosidad interna, para el científico católico es una forma de conocer las obras de Dios y de maravillarse y alabarlo ante la belleza y grandeza de Sus Obras.
Pero también Lemaitre fue muy cuidadoso de no mezclar ambos campos de conocimiento y cuan alguien quería identificar su Teoría del Átomo Primigenio, con la creación del Universo por Dios, decía: “Podemos hablar de este evento como un inicio. Yo no lo llamaría creación. Desde el punto de vista físico es un inicio porque si hubo algo previo, esto no tuvo ningún efecto observable en nuestro universo. La pregunta de si se trata de un inicio o de
una creación de la nada, es una pregunta filosófica que no puede ser contestada con consideraciones físicas o astronómicas”.
Para terminar, cito la reflexión final del Dr. Georges Lemaitre en la presentación de su obra: “No podemos terminar este trabajo sobre el tema más grandioso que la mente humana puede abordar… sin expresar nuestra gratitud a Aquél que dijo «Yo soy la Verdad», a Aquél que nos dio la inteligencia para entenderlo y reconocer un destello de Su Gloria en nuestro universo, que tan maravillosamente ajustó a las capacidades mentales con que nos dotó”.
Escrito por: Fís. Adolfo L. Orozco Torres del Colegio de Estudios Guadalupanos de la Universidad Intercontinental (UIC)
Más artículos de la Universidad Intercontinental: Vida Profesional y Espiritualidad Laical
*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.
El feminismo, una corriente filosófica y social que busca la igualdad de derechos y oportunidades…
“Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de…
El 29 de diciembre iniciaremos el Año Jubilar 2025 en las diócesis del mundo, con…
Lo que empezó en los años 20 del siglo pasado como una causa homicida, al…
‘¡Viva Cristo Rey!’ Hagamos nuestra esta frase, no como grito de guerra, sino como expresión…
El Vaticano publicó la segunda edición del libro litúrgico que contiene las instrucciones relacionadas con…
Esta web usa cookies.