Continuación de un comentario a la Carta apostólica Desiderio desideravi de Papa Francisco
Hoy quisiera continuar con la presentación de la carta apostólica Desiderio desideravi, ahora en sus números del 48 al 65. Anteriormente, profundizamos en la importancia del asombro en la vivencia de la acción litúrgica, referida siempre a la Pascua del Señor, así como la insistencia en la formación para la liturgia. Entrando en la última parte del documento, el Papa centra la reflexión en el denominado Ars celebrandi, qué es y qué implica. Para esto, hay que tener en cuenta la Teología de base presente en la liturgia, perfectamente desarrollada en el número 7 de Sacrosanctum Concilium.
Existe una gran diferencia entre artesanía y arte: para hacer artesanías basta conocer la técnica, mas para hacer arte se necesita tener el “genio” e inspiración. Por eso, el arte de celebrar implica no sólo cumplir con una serie de rúbricas al pie de la letra, sino también entrar en sintonía con el alma de todo, el Espíritu Santo; que mi espíritu esté armónicamente unido y actuando con el Espíritu de Dios. Entonces hay que conocer la forma de actuar del Espíritu. Por otro lado, es necesario conocer la dinámica, peculiaridad y eficacia del lenguaje simbólico. Citando a Romano Guardini, el Papa infiere que para aprender el arte de celebrar: “Hay que despertar el sentido de la grandeza de la oración, la voluntad de implicar también nuestra existencia en ella. Pero el camino hacia estas metas es la disciplina, la renuncia a un sentimentalismo blando; un trabajo serio, realizado en obediencia a la Iglesia, en relación con nuestro ser y nuestro comportamiento religioso”.
Afirma el Santo Padre que el arte de celebrar no es algo que competa en exclusiva a los ministros ordenados, sino a todo el Pueblo de Dios; en esto señala las aclamaciones, las procesiones, las posturas, que requieren de una autentica disciplina más allá del protocolo litúrgico, y que logra una real armonía interior. Entre los gestos de la Asamblea sobresale el silencio pues “es el símbolo de la presencia y la acción del Espíritu Santo que anima toda la acción celebrativa”.
Ahora bien, sin contradecir lo anterior, los responsables más directos en aprender y enseñar el arte de celebrar son los ministros ordenados, quienes deben superar el “exagerado personalismo en el estilo celebrativo que, en ocasiones, expresa una mal disimulada manía de protagonismo”, afirma el Papa. Y es muy bello cómo nos lo recuerda el sacerdote, en razón de su ordenación sacerdotal y por la misericordia de Dios; al presidir la Asamblea hace una presencia especial de Cristo Resucitado.
Es muy bello cómo el Papa une la atención de la Virgen María a los gestos de los discípulos del Señor en los inicios de la Iglesia, y cómo esto lo continúa haciendo: en las entrañas de la Madre somos modelados por el fuego del Espíritu.
La celebración misma forma al sacerdote en el arte de celebrar: “El presbítero está, por tanto, formado para presidir mediante palabras y gestos que la Liturgia pone en sus labios y en sus manos”.
Previo a la conclusión de la carta, el Papa nos recuerda para qué nos la ha entregado: “Quisiera que esta carta nos ayudara a reavivar el asombro por la belleza de la verdad de la celebración cristiana, a recordar la necesidad de una auténtica formación litúrgica y a reconocer la importancia de un arte de la celebración, que esté al servicio de la verdad del misterio pascual y de la participación de todos los bautizados, cada uno con la especificidad de su vocación”. Reforzando la forma de hacerlo a través de las fiestas propias del la Iglesia, teniendo al centro el Misterio Pascual celebrado a lo largo del año y de manera especial semana a semana el Domingo.
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