El otro día platicaba con mi hijo sobre el tiempo y lo rápido que va pasando la vida, él me decía que no podía creer que ya estuviéramos en julio cuando hace “poco” estábamos celebrando el comienzo de un nuevo año. Esto me hizo pensar sobre lo importante que es ir viviendo cada momento y época de nuestra vida, aunque en ocasiones nos cueste trabajo aceptar y comprender los diversos tiempos que se nos van presentando.
Junio y julio suelen ser meses de cambio, no solo porque pasamos del calor abrumador de mayo a las lluvias torrenciales de julio, sino porque es la época en que los ciclos escolares terminan, así como ciertas etapas que a su vez darán comienzo a otras nuevas: los niños pasan del kínder a primaria, otros dejan la primaria para irse a la secundaria, los adolescentes dan un paso a la juventud entrando a la preparatoria y otros comienzan su camino profesional en la universidad. Y así, sucesivamente tiempos llegan y otros se van.
Recuerdo que cuando daba clases siempre me gustaba iniciar el curso reflexionando con mis alumnos sobre el capítulo 3,1-8 del libro del Eclesiastés, que nos recuerda que todo tiente su tiempo. Solíamos leerlo varias veces y después les pedía que seleccionaran algunos tiempos que les gustaría vivir durante el nuevo ciclo escolar que comenzaba, partiendo de lo que estuvieran viviendo en ese momento tanto a nivel personal, familiar, escolar y espiritual. La pregunta final era ¿de qué quieres que sea tiempo? “Tiempo de arrancar, tiempo de plantar, tiempo de llorar, tiempo de reír, tiempo de tirar piedras, tiempo de recogerlas, tiempo de abrazarse, tiempo de separarse, tiempo de guardar, tiempo de arrojar, tiempo de romper, tiempo de coser, tiempo de callar, tiempo de hablar, tiempo de amar, tiempo de paz.”
Hoy quisiera invitarlos también a tomarse un tiempo para reflexionar y descubrir qué tiempos son los Dios quiere que vivamos, recordando que nunca vamos solos y que Él siempre camina a nuestro lado. Es importante estar dispuestos a abrir nuestros corazones para ser dóciles a sus inspiraciones y quizá comenzar a darnos tiempo para estar en silencio y escucharlo.
En ocasiones nos da miedo estar en silencio, pues es ahí donde suelen surgir preguntas sobre nuestra vida y el camino hasta ahora recorrido. Quizá a través del silencio descubramos que ante nosotros hay tiempos diferentes que nos invitan a salir de nuestras seguridades y que nos llevan a tomar decisiones que nos hacen preguntarnos si deberíamos seguir haciendo ciertas cosas o si es el tiempo para cambiar, para buscar, para construir…
Ante la incertidumbre solemos preguntar a Dios, ¿por dónde?, ¿cuál es el camino?, ¿de qué es tiempo Señor? y muchas veces nos parece difícil encontrar las respuestas y/o aceptar los tiempos que se nos van presentando, pues nos aferramos al pasado, a quedarnos en lo conocido, en lo placentero, en lo fácil, pero como decía el otro día el Padre Michael Schmitz en su homilía del domingo, Dios siempre habla claramente y si en algún momento no escuchamos su respuesta debemos estar en paz y continuar caminando, perseverando, pues Él hablará con claridad en su debido tiempo.
Los invito a leer Ecl. 3, 1-8 y descubrir qué tiempo se nos está pidiendo vivir, siempre confiando en que estamos en manos de Dios y que su gracia nos basta para seguir.
Dios los bendiga y guíe siempre sus caminos.
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