La pandemia del nuevo coronavirus se expande por la humanidad y las acciones globales acontecen a lo largo del mundo. Se decretan poco a poco “cuarentenas” en que vamos siendo obligados a quedarnos en casa.
Los fieles católicos y ministros de la Iglesia, vamos quedando sin la posibilidad de asistir a las eucaristías y de recibir sacramentos como el de la reconciliación y todos los demás. Las lamentaciones no se hacen esperar.
El Papa Francisco, en su mensaje a la Jornada Mundial de las comunicaciones, en 2014 apuntaba: «Abrir las puertas de las iglesias significa abrirlas asimismo en el mundo digital, tanto para que la gente entre, en cualquier condición de vida en la que se encuentre, como para que el Evangelio pueda cruzar el umbral del templo y salir al encuentro de todos».[1]
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En este deseo de llevar la Iglesia al espacio digital, se ha pensado en “digitalizar” lo que ya sabemos hacer. De ahí las iniciativas como las del Papa y algunos párrocos de transmitir una misa, con una producción cuidada y digna, a los fieles. Esto es una buena idea. Sin embargo, personalmente temo que todo sacerdote quiera hacer “su misa online”, celebrando solo, sin Pueblo, sin una producción digna, provocando que terminemos con una especie de “dilución” del sacramento restándole contenido y sentido.
Quizás es tiempo de asumir que estaremos viviendo esta Cuaresma un ayuno de algo que es muy valioso e importante para nosotros: nuestra vida sacramental. No será la primera vez en la historia de la Iglesia que no tenemos la posibilidad de sacramentos y quizás sea la oportunidad de revalorarlos y descubrir que la gracia de Dios se nos manifiesta también por nuevos caminos, que no suplirán a los otros, pero que también nos fortalecerá.
Evitemos una posible “dilución sacramental y litúrgica”, asumamos este “ayuno sacramental” y pensemos en echar a andar nuevos ministerios digitales de una “parroquia virtual”. No son sacramentos, pero pueden ayudar a transparentar la gracia de Dios, acompañar y a mantener el encuentro parroquial.
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No olvidemos que la Iglesia no es el templo, ni el salón parroquial. La Iglesia es la comunidad, y esa sí que sigue viva, hagamos de los medios digitales, medios para vivir nuestra eclesialidad. Después regresaremos con gozo a nuestros templos y salones parroquiales, con abrazos y besos, como en una verdadera fiesta pascual.
Cosas que puede ofrecer una Parroquia virtual:
Página de Facebook en donde la comunidad pueda compartir buenas noticias, intenciones de oración, convocar a la oración juntos y sobre todo leernos para sabernos acompañados.
Los sacerdotes, religiosos, religiosas y agentes de pastoral, podemos organizar sesiones de facebook live. No se trata de grabar un vídeo con consejos, sino mantener una conversación digital en vivo con la parroquia. Todos pueden preguntar, opinar, sugerir y pedir intenciones para orar.
En este mismo ministerio digital, cabe el comprometernos a leer todo lo que nos escriben en nuestras redes sociales y reaccionar.
El sacerdote no puede “confesar” online (Tendríamos que discernir y hablar con el obispo sobre hacerlo en condiciones de peligro de muerte, como medida pastoral), pero sí puede escuchar. Se pueden agendar video llamadas, chats, con quien necesita sentirse escuchado. Otros agentes de pastoral, profesionistas, se pueden coordinar para ofrecer la posibilidad de escuchar.
Podemos escribir textos, hacer vídeos que comuniquen buenas noticias, que difundan buena información y se puedan compartir y reflexionar
Quizás como nunca, podríamos estar en contacto con tanta gente de nuestra comunidad. Visitemos sus redes sociales y dejemos comentarios, reacciones positivas, invitaciones. El impacto de un comentario es más fuerte de lo que imaginamos y desencadena e diálogo.
No sólo oramos en la red, convocamos a orar en red. Se trata de proponer momentos en que todos nos unimos con una intención y en un solo corazón desde la intimidad de nuestras casas.
Busquemos promover y guardar silencio. La cuaresma y la cuarentena tienen un rasgo de desierto y de sobriedad que se expresan con silencio. No saturemos de propuestas y productos nuestra parroquia virtual. Seamos creativos para vivir y convocar también a la pausa, a la experiencia de silencio y soledad que dará espacio a escuchar y a descubrir la presencia y voz de Dios de manera personal y familiar.
Para que esto suceda necesitamos:
Que el Señor nos ilumine para caminar juntos en nuestra cuarentena cuaresmal.
*El autor es médico, jesuita, maestro en filosofía social, licenciado en ciencias religiosas y estudioso de la teología moral. Puede seguirlo en Twitter.
Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
[1] Mensaje del Papa Francisco para la 48o Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. (2014)
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