El día de hoy la Iglesia conmemora la conversión de San Pablo, la caída en el Camino de Damasco, cuando escuchó la voz de Dios que le decía: “yo soy Jesús, a quien tú persigues” y el momento justo en que Saulo de Tarso se convierte en “el apóstol”, unos de los más grandes Santos de todos los tiempos.
La ansiedad es un mal que aqueja a grandes y chicos, cada vez es más común escuchar sobre diversas problemáticas que se originan a partir de esta enfermedad. Hay muchas formas de terapia con los que se le puede tratar, sin embargo, pocos nos detenemos a pensar en que la fe conlleva invariablemente a la paz y puede ser un excelente remedio para sobrellevarla.
Es por eso que hoy, celebramos la conversión de San Pablo con cinco de sus frases para encontrar la paz en medio de nuestros estados de ansiedad.
¡Cuánta ansiedad por los problemas y conflictos de nuestra vida! La forma en que los vivimos hará la diferencia. Si los miramos a través del lente del presente, como la única oportunidad para darle Gloria a Dios en medio de cualquiera que sea la circunstancia que nos aqueja, entonces podríamos vivirla en paz, independientemente de que estemos en medio de una tribulación.
Una de las principales fuentes de ansiedad es vivir de suposiciones, expectativas ajenas, miedo al qué dirán, necesidad de aprobación de los demás, etc., y que frustración tan grande sentimos cuando a pesar de todos nuestros esfuerzos por complacer al mundo, nos damos cuenta de que seguimos sintiendo un gran vacío e insatisfacción.
Esa sensación de plenitud y paz que buscamos incesantemente en el reconocimiento de los demás, sólo vendrá cuando logremos verlos como nuestros hermanos en Cristo y no como medios para nuestra propia felicidad.
Cambiemos la mirada con la que observamos nuestras relaciones: de la complacencia al servicio, de la dependencia y necesidad del otro al amor desinteresado y del resentimiento al perdón y la paz.
Es muy común que ante una problemática carguemos a cuesta pesos que no son nuestros, lo que empeora nuestra situación y nos hace sentir aún más agobiados y desesperados.
No se trata de ser egoísta e ignorar las necesidades y cargas de los demás, sin embargo, debemos de aprender a detectar cuáles son nuestros límites en medio de una problemática y definir qué parte ya no nos corresponde, en afán de respetar la libertad y responsabilidad de los demás.
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Cuando seamos conscientes de nuestra propia carga, seremos capaces de afrontar cualquier circunstancia en paz y hacernos responsables de nuestras decisiones y acciones, además de que será más sencillo ayudar a los otros, pues tendremos la claridad mental, emocional y espiritual para hacerlo.
El miedo a la muerte es, probablemente, origen de ansiedad para la mayoría de las personas. Ya sea nuestra propia muerte o la de nuestros seres amados, la realidad es que se trata de un destino irremediable y que nuestros temores alrededor de nada o de muy poco nos servirán.
Llegado el momento en que nos enfrentamos a la muerte, podemos experimentar una necesidad de Dios como nunca antes la habíamos vivido, ahí en donde no hay respuestas claras, ni certezas, ahí es donde entra nuestra fe para creer en todo lo que Dios nos ha prometido y vivir el sufrimiento que desgarra, pero al mismo tiempo la esperanza en Cristo, en la vida eterna, nuestra salvación y el regreso a la casa de nuestro Padre.
Cuando un problema nos aqueja y nos llena de ansiedad vivamos la máxima “ayúdate que Dios te ayudará”, sin embargo, aprendamos a soltar también nuestra vida en manos de Dios, “orando y laborando”, pero con la fe firme en que su voluntad es perfecta y que habrá ocasiones en que sólo esta certeza será la que nos devuelva la tranquilidad.
¿Cuándo será el mejor momento para iniciar a trabajar en nosotros mismos y buscar la santidad? San Pablo es contundente en la respuesta: “ahora es el día de tu salvación”. La muerte no avisa, ni es exclusiva de los enfermos y adultos mayores, en cualquier momento podría poner punto final a nuestra existencia. No desperdiciemos ninguna oportunidad para vivir con fe, esperanza y especialmente en paz con Dios, con los demás y con nosotros mismos.
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*Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
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