Columna invitada

3 acciones en dónde podemos encontrar la alegría del Señor

“La alegría del Señor sea nuestra fuerza”. Una frase que escuchamos al finalizar la Misa, tan sencilla y consoladora, pero tan compleja y llena de misterio. ¿Cuál es la alegría del Señor? ¿En dónde se encuentra? ¿Cómo puedo experimentarla en mi vida? Más aún, ¿Cómo puedo compartirla con los demás?

Todos estamos en busca de la felicidad y de un sentido. Es más, ponemos toda nuestra atención y energía en conseguir aquellos estímulos que nos hacen sentir plenos y alegres, pero, a quién no le ha pasado que, al poco tiempo de haberlo obtenido, vuelve esa sensación de tristeza o vacío; de sed y de hambre de algo más que no podemos explicar de qué o de quién se trata.

Es aquí cuando nuestro espíritu nos mueve hacia Dios, casi como un explorador perdido en el bosque, sin idea del rumbo o el destino, seguimos caminando con fe y esperanza de encontrar aquello que hemos buscado sin descanso, empezamos a experimentar la calma y la valentía del saber que no vamos solos en el camino.

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Sin embargo, vienen tempestades, piedras, tropiezos, obscuridad, hambre, frío y a nuestra mente llega el recuerdo de aquellos estímulos pasajeros que nos dieron satisfacción inmediata y que llenaron momentáneamente nuestro camino, buscamos regresar de nuevo a “suelo firme”, aquel que si bien ha sido árido y poco fructífero, por lo menos nos ha hecho sentir momentáneamente “felices y seguros”.

En medio de esa bifurcación está nuestra libertad. El momento de la verdad en el que Dios espera paciente nuestra respuesta. Él que bien puede cambiarlo todo en solo un chasquido, elige darnos el beneficio de co-crear nuestra vida, prefiere colmarnos y colmarse de la alegría de saber que nuestra voluntad está en seguirlo sólo a Él, por encima de todos los espejismos que el mundo nos promueve.

Sin embargo, el polvo que hacemos cuando avanzamos nubla nuestra mirada, a ratos nos hunde en las tinieblas que la cotidianidad y la superficialidad generan y que tantas veces vienen disfrazadas de felicidad inmediata y de satisfacciones banales que tienen por finalidad distraernos del camino verdadero y de la auténtica alegría de vivir.

Así generamos una especie de lucha entre la felicidad pasajera que nos engaña y nos hace sentir vulnerables y desesperanzados cuando la perdemos, y la alegría auténtica que nos da fuerza incluso en medio de las más terribles circunstancias.

La mejor arma para salir victoriosos en esta lucha es la consciencia de que en esta vida todo pasa, nada permanece, ni las penas ni los placeres, pero su palabra permanece y nos consuela con la promesa de que Él estará con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos.

Desde esta idea, propongo 3 acciones desde las cuales podemos vivir la alegría que sólo de Dios puede venir.

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1.     Libertad y responsabilidad

Como lo mencioné arriba, Él nos dio la libertad para elegir nuestro camino y es nuestra responsabilidad abrir nuestra mente y corazón para encontrarlo en cada paso de nuestra vida, tanto en lo simple y trascendental, como en el sufrimiento y en la dicha. Elegir a Dios significará responder a Él y a su voluntad, incluso cuando ésta nos duela podremos vivirla desde la alegría de saber que todo lo que Él permite que nos suceda es para nuestro crecimiento.

2.     Retribuir a los talentos y dones

Dios nos llenó de dones y talentos para hacer una diferencia durante nuestro paso por este mundo. Si bien lo que el mundo nos brinda (familia, amigos, arte, naturaleza, etc.) es también una razón de plenitud y sentido, nada supera la alegría de brindar dichos dones y corresponder a la gracia de la que Dios nos colma día con día.

3.     Hablar de Él con nuestras acciones

La palabra de Dios está viva y nuestras acciones pueden darle voz, deben ser la manera en que Él le hable a otros, los llame y los incite a buscarlo. Sin embargo, para poder hacerlo necesitamos cambiar la forma en que vemos las cosas para así transformar nuestras acciones. Vivir desde la mirada puesta en ÉL, como el principio y el fin, desde la convicción de cumplir su voluntad en cada uno de nuestros pasos.

Aunque escribir estas 3 acciones puede ser muy rápido y sencillo, soy consciente de que la aplicación congruente de éstas es muchas de las veces y para la mayoría de nosotros una labor titánica.

Sin embargo, la búsqueda de la alegría del Señor, por lógica, no debería verse como un camino tortuoso y lejano, tal vez lo único que necesitamos sería buscarlo a Él con el mismo entusiasmo de un niño que juega a encontrar tesoros y que, aunque quizá en su juego nunca los ve, los disfruta desde la alegría de saber que no es lo que ve, sino lo que siente con toda su fe en el momento de imaginar que en sus manos ya está lo más valioso que puede tener.

 

 

Nota: Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad única del autor y no representan necesariamente el punto de vista de Desde la fe.

Marcela Hernández

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad del Valle de México y está certificada como Coach Ontológico por parte del Tecnológico de Monterrey CEM. También tiene una especialidad en Logoterapia por parte del Instituto Mexicano de Tanatología. Instructor y facilitador en temas de desarrollo humano y empresarial, tales como: Sentido de Vida y Trabajo, Inteligencia emocional, Liderazgo, Coaching, Comunicación Asertiva, entre otros. Actualmente es Socia Fundadora de Sensum, empresa especializada en estrategias de sentido para empresas y personas.

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