Este 15 de mayo, Día del Maestro en algunos lugares de Latinoamérica como México o Bolivia, puede ser una oportunidad para reflexionar sobre diferentes enseñanzas, incluso aquellas que provienen de Jesucristo y encontrar inspiración en sus enseñanzas sobre amor, compasión, liderazgo y servicio al prójimo, que son valores fundamentales para muchos maestros.
Vincular el Día del Maestro con las enseñanzas de Jesús puede ser una manera de explorar lecciones de empatía, paciencia y dedicación en el ámbito educativo. Cuando uno quiere aprender un oficio o profesión, nada como pedir consejo a un experto. En el caso de los maestros, lo mejor es volver la mirada hacia Jesús, el Maestro por excelencia, porque ¡hay tanto que aprender de Él!, por ejemplo, entre otras incontables e invaluables, estas 4 lecciones inspiradoras:
Foto: Especial
Jesús, nuestro Maestro, dijo: “Como el Padre me ama, así los amo Yo”. (Jn 15, 9).
Sólo el maestro que ama a sus alumnos, con un amor como el de Jesús, con un amor como el que describe San Pablo en su Carta a los Corintios (ver 1Cor 13), puede tenerles verdadera paciencia, no irritarse, no humillarlos, disculparlos, esperar de ellos lo mejor y estimularlos para lograrlo. Y por su parte un alumno responde mejor a un maestro que le exige mucho, o le hace una corrección, si sabe que lo hace por su bien, con amor.
Jesús dijo: “La verdad os hará libres” (Jn 8, 31), y quienes se acercaban a Él con una pregunta, siempre recibían una respuesta, aunque fueran en mal plan y sólo para ponerlo a prueba. Y no sólo respondía, también preguntaba, cuestionaba, invitaba a Sus oyentes a reflexionar, a no conformarse con no saber o con permanecer en el error.
No hay que tener miedo a los alumnos preguntones, al contrario, hay que animarlos, porque su sed de verdad los llevará, tarde o temprano a Aquel que dijo de Sí mismo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6).
Lo primero que hizo Jesús cuando empezó a predicar, fue anunciar el Reino de Dios (ver Mc 1, 14-15). Un maestro católico no puede limitarse a enseñar su materia, sino aquello que es fundamental para la vida del alumno: el amor, la solidaridad, la justicia, el perdón, la paz, etc. en otras palabras, los valores del Reino.
Y no sólo enseñarlos de palabras, sino sobre todo con su propio ejemplo. En tiempos de Jesús, la gente se admiraba porque enseñaba “con autoridad, y no como los escribas” (Mc 1, 22). ¿Qué le daba esa autoridad? No sólo Su sabiduría, también Su perfecta coherencia, que vivía lo que predicaba. Y es que como dicen por ahí, las palabras convencen, pero el ejemplo, arrastra.
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Jesús pidió a Sus discípulos: “Vayan por todo el mundo, predicando la Buena Nueva” (Mc 16, 15). Los envió a enseñar y a dar testimonio de lo que aprendieron de Él.
Un alumno puede distraerse durante una clase, y olvidar pronto de qué trató, pero si sabe que luego él debe dar esa clase, pone más atención y se la graba bien para no olvidarla. Se aprende mejor sabiendo que se ha de compartir lo aprendido. Que los maestros animen a sus alumnos a compartir en casa, con familiares y amigos, los valores que les han impartido.
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