Cielo y tierra

Docenario de la Misericordia Divina: ¿qué es y cómo rezarlo?

Hace algunos años sentí la inquietud de elaborar algo en torno a este tema para contemplar, como en un Rosario, diversas escenas o ‘misterios’ que mostraran la inagotable misericordia del Señor (recordemos que lo de ‘misterio’ no significa ‘suspenso’ como en las novelas, sino que se refiere a una realidad divina que nos supera). Surgió así lo que llamé: ‘docenario de la Misericordia Divina’, que propone doce puntos de reflexión, enteramente basados en escenas bíblicas, alternados con oraciones y jaculatorias. Lo había compartido sólo con unas cuantas amistades, pero una de ellas me propuso que lo comparta también contigo, amigo lector, esperando que te ayude a sumergirte deliciosamente en el inagotable mar de la misericordia del Señor. Hélo aquí.

Los doce Misterios a considerar son:

1. Jesús se hace hombre. Quiso venir a compartir nuestra condición humana.

2. Jesús nos pone Su Reino al alcance de la mano. Reino de amor, de paz, de justicia, en el que todos cabemos.

3. Jesús se compadece y nos enseña muchas cosas. Es el Maestro, el Camino, la Verdad y la Vida, cuya Palabra nos ilumina.

4. Jesús perdona a los pecadores.  Nunca desprecia a un corazón contrito.

5. Jesús sana a los enfermos. Del cuerpo y del alma.

6. Jesús nos da Su Cuerpo y Su Sangre.  Se nos da por alimento; se queda entre nosotros en la Eucaristía.

7. Jesús nos entrega como madre a María. Nos la comparte para que interceda por nosotros, nos proteja y acompañe.

8. Jesús muere en la cruz. Nadie tiene amor más grande.

9. Jesús resucita. Vence a la muerte para darnos vida eterna.

10. Jesús nos reitera Su amistad incondicional. Se aparece a quien menos lo esperaba o creía merecerlo (a María Magdalena, a Pedro… Su amor por nosotros es gratuito y misericordioso: no depende de nuestros méritos).

11. Jesús nos confía una misión. Se fía de nosotros –a pesar de nuestras dudas, caídas y miserias– para que vayamos a anunciar al mundo la Buena Nueva.

12. Jesús nos envía al Espíritu Santo. Que nos hace miembros de Su familia, de Su Iglesia; nos consuela, nos conduce a la Verdad.

El rezo de este ‘docenario’ está estructurado de la siguiente manera:

-Inicia con un ‘Señor mío Jesucristo’, para disponer el corazón.

Luego hay una alabanza a la Trinidad: ‘Señor Dios Padre Creador, por Tu misericordia infinita te alabo y te doy gracias; Señor Dios Hijo Redentor, por Tu misericordia infinita te alabo y te doy gracias; Señor Dios Espíritu Santo Consolador, por Tu misericordia infinita te alabo y te doy gracias’.

Después se sigue un cierto esquema:

Se enuncia el primer Misterio.

Se dice: ‘dad gracias al Señor porque es Bueno, porque es eterna Su misericordia’.

Se considera un momento de reflexión en silencio para saborear la escena propuesta en el Misterio y alabar al Señor o darle gracias o pedirle algo relacionado con ese Misterio particular. Se trata de un momento de diálogo íntimo con Él, indispensable para que esta devoción no se convierta en ‘rezo rápido’ que se repite sin sentido.

Se cierra este diálogo diciendo: ‘Por Tu infinita misericordia, Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío’.

Se ora un Padrenuestro.

Un AveMaría.

Un Gloria (el cortito).

Se concluye diciendo: ‘La Misericordia del Señor es eterna; cantaré eternamente la misericordia del Señor’.

-A continuación se enuncia el segundo Misterio y se sigue de nuevo todo el esquema (de la ‘a’ a la ‘h’).

Al terminar los doce Misterios se dice el texto de 2Cor 1, 3-5; “¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo…”) y se pide la intercesión de María: ‘Madre de gracia y de misericordia, ruega por mí (nosotros) para que sepa (sepamos) recibir y comunicar la misericordia del Señor’.

Todo finaliza con este repaso y súplica: ‘Señor: Por Tu infinita misericordia te hiciste hombre, nos das Tu Reino, te compadeces y nos enseñas muchas cosas, nos perdonas, nos sanas, nos das Tu Cuerpo y Tu sangre, nos entregaste como madre a María, moriste en la cruz, resucitaste, nos regalas Tu amistad incondicional, nos confías una misión y nos envías Tu Espíritu Santo. No permitas nunca que dudemos de Tu misericordia, ni que nos apartemos de ella jamás. Te lo pedimos y te lo agradecemos a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén’.

Sobra aclarar que este rezo no pretende sustituir el del Rosario (que es, como afirmaba Juan Pablo II, la mejor devoción que tenemos los católicos, después de la adoración ante el Santísimo), ni otras devociones como la ‘Corona de la Misericordia’ de Santa Faustina. Sencillamente busca confortar tu corazón y hacerte sentir envuelto y agradecido por la infinita misericordia del Señor. Ojalá lo consiga.

Alejandra Sosa

Es escritora católica y creadora del sitio web Ediciones 72, colaboradora de Desde La Fe por más de 25 años.

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