La Cuaresma es un tiempo de reflexión. Foto: Especial
A un atleta que aspira a obtener medallas de oro en las Olimpiadas le dan oportunidad de pasar un tiempo en un centro de entrenamiento especializado para detectar y corregir sus fallas y mejorar su rendimiento: se pone feliz.
Al ejecutivo de una empresa que aspira a ir escalando puestos y llegar a lo más alto, le dan oportunidad de recibir una capacitación especial que le permitirá descubrir en qué áreas necesita mejorar su desempeño y qué pasos debe dar para lograrlo: se pone feliz.
A un católico que aspira a llegar al Cielo le dan oportunidad de pasar un tiempo deshaciéndose de vicios y pecados que le estorban para alcanzar la santidad y se queja: ‘¡oh nooo, ya llegó otra vez la Cuareeeesma!!’
¿Por qué será que la gente suele valorar y agradecer poder dedicar un tiempo especial a perfeccionar aquello a lo que se dedica, pues ello le permitirá recibir beneficios que anhela, y en cambio muchos católicos, al ver llegar el tiempo de Cuaresma dicen: ‘¡oh noooo, qué lata, otra vez llegaron esos temidos días de ayuno y abstinencia!’, ‘ay qué fastidio, otra vez tendré que dar limosna!’, ‘uf, qué agobio eso de tener que dedicarle más tiempo a la oración, justo ahora que tengo tanto trabajo!’
Ver la Cuaresma como un tiempo para pasarla mal es el enfoque equivocado. La Cuaresma es ¡todo lo contrario!, es un período de 40 días que nos hace un grandísimo bien porque no da oportunidad de examinar cómo está nuestra vida de fe, reconocer qué nos está haciendo falta corregir y ¡corregirlo!
Es un tiempo en el que la gracia de Dios se derrama sobre nosotros de modo especial para ayudarnos a superar faltas que por nosotros mismos no lograríamos superar jamás.
Un tiempo, suficientemente corto como para no agobiarnos, pero suficientemente largo como para darnos tiempo de adquirir nuevos buenos hábitos.
Así que vivámosla así.
Estamos a unos días de comenzarla. Pidamos al Señor que nos envíe Su Espíritu Santo para saber de qué manera realizar las tres prácticas que propone la Iglesia: ayuno/abstinencia (¿de qué puedes privarte para beneficiar a alguien que lo necesita?), oración (¿qué puedes hacer para hacer más íntima y personal tu comunicación con Dios?) y limosna (¿qué obras de misericordia puedes practicar?, ¿a quién debes perdonar?, ¿en qué puedes ayudar?).
Como el atleta que aspira a ganar medallas y el ejecutivo que aspira a obtener un alto puesto, valoran y agradecen poder dedicar tiempo a mejorar, también nosotros valoremos y agradezcamos poder dedicar 40 días a abandonar viejos malos hábitos y a adquirir los que nos ayuden a alcanzar nuestra meta: la santidad.
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