Ángelus Dominical

La enfermedad puede ser ocasión para crecer en salud

VAYA AQUÍ MI SALUDO a quienes se han contagiado en la llamada “cuarta ola” de esta pandemia que no deja de asolarnos; y con mi saludo una discreta palabra de aliento y cercanía, pues ya han sido abundantes las que se quedan en lo escandaloso, lo trivial, lo erróneo y hasta en el ridículo…

PREFERIMOS OLVIDAR la sugerencia infame de aquel presidente que para remediar el contagio recomendaba unos tragos de desinfectante o las infundadas afirmaciones de tantos cibermerolicos que ni vale la pena reseñar…

DOS EXTREMOS -por igual de peligrosos- hemos de evitar, el primero es aquel que nos apanica exagerando los riesgos, las consecuencias, lo difícil y doloroso, y que manipulando nuestra ignorancia nos lleva a una desconfianza inútil, infundada y tonta…

EL OTRO EXTREMO es el exceso de confianza que hunde sus raíces en una actitud soberbia y superficial, que no toma en cuenta las investigaciones científicas y -¡menos!- el sentido común; es el extremo de quienes sintonizan con quienes les endulzan el oído, de quienes afirman que es una enfermedad de ricos o mentirosos, o quienes presumen que con un amuleto ya están libres de todo mal…

CAUSA ASOMBRO que teniendo los recursos científicos, tecnológicos, informativos y preventivos para evitar un mayor contagio, sigamos recurriendo a opiniones infundadas, a remedios “populares”, a datos tremendistas, a prácticas supersticiosas, y se llegue a actitudes que rayan en lo absurdo sencillamente porque es un testarudo el que hace tales afirmaciones…

CON CELULAR EN MANO hemos olvidado ser sensatos y atentos; se va escapando el auténtico sentido de observación del entorno y nos abandonamos en brazos de la recepción de datos -muchos de ellos, falsos-; los ojos y oídos se han vuelto ávidos de fatuidades mientras que la inteligencia queda borracha de novedades apantallantes…

HACE TREINTA AÑOS, cuando las computadoras personales se iban popularizando, apareció la amenaza de virus informáticos y todo el mundo se llenó de miedo con debida razón: hacían estragos sin que te dieras cuenta y en un tris ya estaba tu “compu” prácticamente inservible; sigue habiendo virus en la red, pero ya hay suficientes vacunas y modos de prevención accesibles a cualquier mortal…

DE MODO SEMEJANTE ha sucedido con la raza humana, pues desde que el hombre es hombre se han venido sucediendo incontables enfermedades que nos han pescado distraídos y que al mismo tiempo nos han dejado enseñanzas y experiencias valiosas; y como singular ejemplo me acuerdo del señor Luis Pasteur, que nos enseñó a hervir la leche y el agua para evitar tantos males…

COMO NO QUERIENDO se fue dando la conversación, y caíamos en la cuenta que algunos de los mayores males de la humanidad no vienen de enfermedades como la lepra, el cólera, el sida, la rabia, el sarampión, la viruela, la tuberculosis, la malaria, el dengue, el paludismo, y otras, sino de la falta de higiene, de la indiferencia, de la marginación, de la pobreza no atendida, de la miseria del corazón humano…

VENGA LA PALABRA de Jesús a iluminar este escuálido discurso, y recordemos lo que enseñaba a sus discípulos: “No es lo que entra en la boca lo que hace impuro al hombre, sino lo que sale de su boca” (Mc 7,15); y aunque el pasaje está referido a la pureza ritual que observaban sus paisanos, bien se aplica a las intenciones del corazón, que terminan por dar cauce a tantos males…

¿QUÉ PASARÍA SI en lugar de empeñar tantos esfuerzos en espantar a incautos, en culpabilizar a sospechosos, en inventar enemigos, en alebrestar a fanáticos, en discutir sin argumentos, nos propusiéramos aplanar caminos, destrabar complicaciones, clarificar intenciones, sumar esfuerzos, encauzar buenos propósitos?…

EL USO ADECUADO del cubrebocas ha sido -¡ni dudarlo!- camino adecuado para evitar contagiar y ser contagiados; y aunque es verdad que no es una herramienta eficaz al 100%, sin duda estaríamos peor si cancelamos o banalizamos su uso; y valga comentar que mucho avanzaríamos si también nos ponemos un cubrebocas que evite palabras destructivas y ociosas, palabras que destruyen y dividen (en eso tengo mucho qué trabajar)…

LOS EXPERTOS DICEN que en estas semanas la mitad de la población se contagiará con la variante llamada “omicrón”; que el dato no sirva para infundir miedo sino para estar atentos a las precauciones, que los hechos no terminen por destruir el corazón sino para construir con él, que la enfermedad corporal sea ocasión para crecer en salud, no para seguir enfermando la mente y el corazón…

VAYA MI SALUDO -también y con igual cariño y respeto- a quienes están atendiendo y procurando desde su lugar como médicos, enfermeras, laboratoristas, camilleros, anestesiólogos, y todos los demás implicados en la búsqueda de la salud pública; que el saludo se extienda a quienes nos alegran con buenas noticias y nos animan a la esperanza cierta; y a todos los cibermerolicos y demás ralea afín, sencillamente sácalos de tu red, bórralos de tus contactos y ponlos en “off”…

 

angelusdominical@yahoo.com.mx

El padre Eduardo Lozano es sacerdote de la Arquidiócesis Primada de México.

 

Puedes leer: Ángelus dominical. El verdadero significado de la palabra sacrificio

P. Eduardo Lozano

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