“Cuando los fieles visitan el Tepeyac, generalmente asisten a la nueva Basílica de Guadalupe a ver ‘a la Mamá’ (a la Virgen), para sentir su cariño o contarle sus penas o alegrías; sin embargo, deben saber que en la Antigua Basílica -hoy Templo Expiatorio a Cristo Rey-, todos los días los espera Jesús vivo en el Santísimo Sacramento”, señala el padre Juan Castillo Hernández, Capellán de este recinto consagrado el 27 de abril de 1709.
El Templo Expiatorio a Cristo Rey fue el cuarto edificio erigido en el Tepeyac en honor a la Virgen de Guadalupe, y su construcción se llevó a cabo en la transición del siglo XVII al XVIII. El mismo día de la consagración, la imagen de la Guadalupana fue trasladada desde la Parroquia de Indios, donde se hallaba, a este lugar.
Construido al inicio como una iglesia, en 1749, recibió el título de Colegiata y en 1904 fue elevada a Basílica. Este templo fue el hogar de la imagen de la Virgen de Guadalupe durante 267 años, hasta que, debido a los daños estructurales que el inmueble presentaba, fue trasladada a la nueva Basílica de Guadalupe en 1976.
Por cuestiones de conservación, el histórico templo fue cerrado al culto en 1976, y reabierto el 5 de mayo del 2000 ya con el nombre de Templo Expiatorio a Cristo Rey, a fin de tener un lugar exclusivo para adorar al Santísimo Sacramento.
Durante la época de la persecución contra la Iglesia, emprendida por el entonces presidente de México Plutarco Elías Calles, se registraron dos sucesos que dan cuenta del gran amor de los fieles católicos por Jesús y la Virgen de Guadalupe.
“Del primero hay en la nueva Basílica un testimonio milagroso: un Cristo ‘doblado’; que está así precisamente porque un hombre colocó en este templo una bomba para dañar la Sagrada Tilma -que durante la Cristiada (persecución religiosa) aún estaba en este recinto- pero el crucifijo contuvo inexplicablemente todo el impacto y quedó doblado de esa forma”.
El segundo suceso -explica-, tiene que ver con la acción humana. Frente a la preocupación de que la imagen de la Virgen de Guadalupe fuera dañada, el entonces abad de la Basílica, Feliciano Cortés, determinó que era conveniente sacarla del templo y ocultarla.
“La escondieron en la casa de una familia”, explica, en el doble fondo de un ropero, y fue devuelta a su sitio una vez pasada la persecución.
El padre Juan Castillo explica que un templo expiatorio es un lugar dedicado a la adoración al Santísimo Sacramento, por lo que todo el día está expuesto. “Aquí, la vida pastoral se nutre de los grupos que hay en la nueva Basílica de Guadalupe; en cuanto a los que pertenecen a este templo, están avocados exclusivamente a la adoración a Jesús Eucaristía hora tras hora. Unos grupos son fijos y otros se anotan para venir desde otros lugares a rendirle adoración”.
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