El Santuario de Jesús Nazareno, también conocido como santuario de Atotonilco, en Guanajuato, tiene marcado su lugar en la historia de México. Aquí, el cura Miguel Hidalgo tomó el estandarte de la Virgen de Guadalupe que distinguió al movimiento insurgente y es símbolo de la Independencia. Sin embargo, este templo posee una riqueza histórica y artística sin precedentes, al punto que historiadores y fieles le han llamado la Capilla Sixtina mexicana, una joya de la etapa virreinal, digna de visitar.
Su historia comienza en 1740, cuando el padre Luis Felipe Neri de Alfaro quiso abrir una casa de ejercicios en Atotonilco, pueblo ubicado a 12 kilómetros de San Miguel de Allende, en Guanajuato, y que estuviera dedicada a Jesús Nazareno.
El santuario cuenta con siete capillas y un camarín en el altar mayor. Toda la iglesia está ricamente decorada con escenas de la vida de Jesús durante sus etapas en Belén, Nazaret y Jerusalén; en sus capillas están los óleos de Juan Rodríguez Juárez y sus murales son de Miguel Antonio Martínez de Pocasangre.
Destacan también unas esculturas de tamaño natural del Calvario y la Pasión, con las imágenes de Cristo, los dos ladrones, la Virgen María y varios apóstoles.
En este templo oratoriano, es decir, que estaba bajo la guía espiritual de la Congregación de San Felipe Neri, el padre Alfaro impartió los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola de manera adaptada a las circunstancias, pero también con cierto espíritu franciscano, y por ello, el inmueble está diseñado con intenciones evangelizadoras. Se sabe que las sesiones daban inicio a las 5:00 horas y terminaban hasta caída la noche.
Por lo general, cada grupo era de 60 personas, y los asistentes se trasladaban de capilla a capilla, ya que cada una de ellas encierra pasajes bíblicos bellamente ilustrados, de modo que el arte sacro contribuyó con gran acierto a la evangelización de mucha gente.
Por aquellos años había en la zona varios manantiales de aguas termales que contrastaban con el paisaje semiárido, lo que daba a la zona un parecido a Tierra Santa, que de acuerdo con los escritos de la época, cautivaba a los visitantes.
Por su riqueza histórica y belleza, el 8 de julio de 2008, este santuario, conocido como la Capilla Sixtina de Atotonilco, fue declarado como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.
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