En Cuaresma, los cristianos tenemos signos que nos recuerdan nuestras limitaciones, caídas, errores y pecados. Son signos de dolor y arrepentimiento como la ceniza, la ausencia de flores y cantos solemnes, el alejamiento de los banquetes mediante una alimentación austera y el color morado. A continuación explicamos cada uno de ellos.
Era un signo penitencial en la vida del pueblo de Israel, donde cubrirse de ceniza la cabeza y vestirse con una tela áspera, representaba una mortificación profunda. Actualmente, al inicio de la Cuaresma, los cristianos acudimos al templo para recibir ceniza en la frente, como signo de dolor por nuestros pecados, lo cual nos debe llevar a tomar una actitud de humildad y penitencia interior.
La ceniza también nos recuerda que todo lo creado se vuelve polvo y ceniza; esto nos debe hacer reflexionar sobre la importancia de darle un nuevo giro a nuestra vida teniendo como centro a Dios. La ceniza se obtiene de la quema de palmas y ramos que se bendijeron el Domingo de Ramos del año anterior. Este año, la Iglesia Católica celebrará el Miércoles de Ceniza este 6 de marzo.
La Cuaresma es un tiempo especial y muy importante para la vida de todo cristiano. La liturgia nos ayuda a entender mejor el sentido del tiempo que estamos viviendo y lo hace a través de los colores que se utilizan en los ornamento y en las vestiduras.
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Para el tiempo de Cuaresma se utiliza el color morado que es símbolo de penitencia, de conversión, de cambio, de una renovación que nos invita a entrar en un clima de oración, de ayuno y de penitencia. Durante los 40 días que dura este periodo, la Iglesia utiliza el color morado en sus celebraciones, excepto en la festividad de san José, el 19 de marzo, y de la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo, el 25 de marzo.
Durante el tiempo de Cuaresma también se suprimen los cantos festivos en las iglesias como parte de la austeridad del tiempo. La omisión del Himno del Gloria que alaba y glorifica a Dios, nos debe llevar a la reflexión para vivir estos momentos con más recogimiento. De igual forma se sustituye el “Aleluya”, que significa “Alabar al Señor”, por el “Honor y gloria a ti, Señor Jesús”.
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Este tiempo de austeridad se manifiesta también en la supresión de las flores, lo que se nota en los altares y en todo el templo. Esta sobriedad nos debe preparar para vivir con alegría, con gozo y júbilo la Pascua, la gran fiesta de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
No debemos olvidar que las normas litúrgicas nos ayudan a vivir plenamente lo que creemos y ponerlo de manifiesto por medio de nuestra vida cotidiana.
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