Santa Teresa de Ávila fue la primera Doctora de la Iglesia, y es memorable por haber sido la reformadora de las reglas de los Carmelitas Descalzos; además, fue escritora y poeta de proyección internacional cuya obra ha trascendido los siglos, y que felizmente fue recordada y homenajeada en el 2015, cuando se cumplieron los 500 años de su nacimiento.
La obra espiritual de Santa Teresa de Ávila también involucra a México, ya que, en 1582, Felipe II concedió permiso para trasladar a América a esta Orden religiosa para ayudar en la tarea evangelizadora.
Teresa de Ávila, cuyo nombre fue Teresa de Cepeda y Ahumada, nació el 28 de marzo de 1515. Su hermano, Pedro Alonso Sánchez de Cepeda y Ahumada, vivió en Nicaragua y Perú, y llevó consigo una imagen de la Inmaculada Concepción.
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Ella quiso ser misionera en países musulmanes y también pensó en vivir como ermitaña, pero ingresó finalmente al convento de la Encarnación en noviembre de 1533, y profesó un año más tarde en el Carmelo de Ávila, donde había 180 religiosas.
En 1558 comenzó a tener revelaciones en estados místicos profundos que la fueron llevando a hacer reformas trascendentes a la vida monástica, porque había grandes distractores en la vida religiosa de clausura, y muchas monjas carecían de vocación, y es que las normas conventuales se habían relajado desde 1432, por decreto de Eugenio IV.
Su reforma monástica versa en tres puntos: pobreza, soledad y silencio, lo que facilitaba una auténtica vida de oración. Como un signo de estos valores, Teresa renunció al calzado y adoptó la palabra descalza al usar unas sencillas sandalias. Ella tenía especial devoción por San José, como protector de la Iglesia.
En 1561, su hermano le envió dinero para que fundara su primer convento reformado, dedicado a San José y el 24 de agosto de 1562, recibió de Roma la Bula firmada por Pío IV, que aprobaba su obra. Tomó el hábito con cuatro novicias de la nueva Orden de las Carmelitas Descalzas de San José, donde las primeras religiosas vivieron con gran austeridad.
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El superior general del Carmelo, el padre Rossi, en 1567 visitó el convento de San José y dio permiso a Teresa para fundar otros monasterios de mujeres y dos de hombres, así que emprendió el viaje para Medina del Campo, luego a Madrid y en Alcalá de Henares arregló el convento de las carmelitas descalzas que había fundado su amiga María de Jesús. Luego fue a Malagón y a Toledo donde llegó enferma. En total, Teresa de Ávila fundó 15 conventos reformados.
Ella escribió más de 400 cartas y en 1573, por orden del jesuita Ripalda, su director espiritual, redactó el libro de sus fundaciones, pero además escribió poesía, con leguaje sencillo y gran fuerza.
Algunas de sus obras místicas son: Camino de perfección (1562–1564); Conceptos del amor de Dios y El castillo interior (o Las moradas). Además, Vida de Teresa de Jesús (1562–1565) escrita por ella misma y cuyos originales se encuentran en El Escorial; Libro de las relaciones; Libro de las fundaciones (1573–1582); Libro de las constituciones (1563); Avisos de Santa Teresa; Modo de visitar los conventos de religiosas; Exclamaciones del alma a su Dios; Meditaciones sobre los cantares; Visita de descalzas; Avisos; Ordenanzas de una cofradía; Apuntaciones; Desafío espiritual y Vejamen.
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Su obra se ha traducido a varios idiomas y Santa Teresa de Jesús figura en el Catálogo de autoridades de la lengua publicado por la Real Academia Española.
Santa Teresa de Ávila influyó en la vida de San Juan de la Cruz, poeta místico, quien simpatizo con la reforma conventual de Santa Teresa, por lo que también abrazó la rama masculina.
Desde 1952, San Juan de la Cruz fue declarado como patrono de los poetas de la lengua castellana, y su obra es tan trascendente, que el Papa Juan Pablo II hizo su tesis precisamente sobre la obra de este místico español. El valor de su obra recae tanto en el contenido teológico como por su excelencia literaria.
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