Conoce cómo fue que a santa Faustina se le apareció el demonio y cómo es que este desistió de hacerle daño ¡Te lo contamos!
Santa Faustina Kowalska tuvo revelaciones privadas de Jesús, la Virgen María y el Arcángel Miguel, pero según ella platica en su Diario, también el diablo salió en cierta ocasión a su encuentro.
Santa Faustina escribió en su Diario en 1934: “Después de la adoración, a medio camino hacia mi celda, fui cercada por una gran jauría de perros negros, enormes, que saltaban y aullaban con una intención de desgarrarme en pedazos. Me di cuenta de que no eran perros sino demonios.
Uno de ellos dijo con rabia; como esta noche nos has arrebatado muchas almas, nosotros te desgarraremos en pedazos. Contesté: Si tal es la voluntad de Dios Misericordiosísimo, desgárrenme en pedazos porque me lo he merecido justamente, siendo la más miserable entre los pecadores y Dios es siempre santo, justo e infinitamente misericordioso.
A estas palabras, los demonios todos juntos contestaron: huyamos porque no está sola, sino que el Todopoderoso está con ella. Y desaparecieron del camino como polvo, como rumor, mientras yo tranquila, terminando el Te Deum, iba a la celda contemplando la infinita e insondable misericordia de Dios.”
Hay otros santos en la historia de la Iglesia a los que el diablo se les ha manifestado y enfrentado, entre ellos, San Antonio Abad que era torturado con frecuentes tentaciones, y más recientemente, el Padre Pio, en Italia.
San Antonio Abad, también conocido como San Antonio el Grande, fue un eremita cristiano que vivió en Egipto en el siglo III y es considerado uno de los padres del monaquismo.
La leyenda relata que San Antonio se retiró al desierto para vivir una vida de oración y ascetismo. Mientras estaba en el desierto, se enfrentó a diversas tentaciones, y una de las más famosas es su encuentro con el demonio en forma de criaturas horribles. El demonio intentó tentar a San Antonio con lujurias, miedos y dudas, pero San Antonio resistió con valentía, confiando en la ayuda divina.
El Padre Pío, cuyo nombre de nacimiento era Francesco Forgione, fue un sacerdote, estigmatizado y místico capuchino italiano que vivió en el siglo XX. Nació el 25 de mayo de 1887 y falleció el 23 de septiembre de 1968. Se le conoce por sus dones espirituales, como los estigmas (las heridas de la crucifixión de Jesucristo en sus manos, pies y costado), la capacidad de bilocación y el don de lectura de almas.
En cuanto a las interacciones con el demonio, hay relatos y anécdotas sobre Padre Pío enfrentándose a fuerzas espirituales malignas. Se cuenta que Padre Pío experimentó ataques del diablo en varias formas, incluyendo tentaciones, perturbaciones en la oración y, a veces, incluso ataques físicos.
Gracias a las revelaciones de Jesús a la santa polaca Sor Faustina Kowalska se instituyó la devoción de la Divina Misericordia cuya fiesta litúrgica es a la Octava de la Pascua. Fue san Juan Pablo II quien canonizó a Sor Faustina, y su segunda encíclica la dedicó, precisamente, a la Divina Misericordia.
Santa Faustina tuvo visiones y experiencias místicas de Jesucristo, durante las cuales recibió mensajes y enseñanzas. Estas experiencias se recopilaron más tarde en su Diario, conocido como el “Diario de santa Faustina”.
Según las revelaciones que afirmó haber recibido de Jesús, Santa Faustina fue encargada de difundir el mensaje de la Divina Misericordia. Este mensaje enfatiza la misericordia y el amor incondicional de Dios hacia todos los seres humanos, así como la importancia de confiar en Dios y practicar obras de misericordia hacia los demás.
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