No hay frase más celebrada por la memoria de los mexicanos como la que dice: “Estas son Las Mañanitas que cantaba el rey David”, cuando festejamos el onomástico o el cumpleaños de la persona querida. ¿Sabías que el rey David es un personaje de la Biblia?
Esta referencia bíblica en la letra de la canción, marca no sólo el detalle poético de una copla convertida en icono nacionalista, sino una especie de ADN de la fe católica incrustado en la sensibilidad del pueblo para expresar un detalle de cariño por la vida de alguien, acompañado de una referencia profética que coloca al rey David, al hijo consentido de Dios, como comparsa para honrar al cumpleañero en una canción: Las Mañanitas.
Estas imágenes fueron incorporadas y transmitidas en los discursos catequéticos por parte de los primeros evangelizadores en Hispanoamérica quienes integraron la música como un agradable y eficaz método para ilustrar el imaginario religioso del pueblo, a través de canciones, salutaciones o himnos, que más tarde se convertirían en los también populares villancicos, desde luego referidos a personajes de la tradición cristiana, como es sabido de la Virgen María, de san José, san Miguel Arcángel, el ángel de la guarda, los Reyes Magos, y, por supuesto del Niño Jesús.
La historia atribuye la autoría de los salmos bíblicos al rey David o a su hijo Salomón, pero en realidad esa es una información poco comprobable. Aunque, por otro lado, surgen del mismo texto bíblico imágenes legendarias que muestran a un rey David virtuoso de la cítara con la que apaciguaba la conciencia del angustiado rey Saúl, como a continuación se lee: “Cuando el espíritu de Dios asaltaba a Saúl, David tomaba el arpa y la tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba mejor” (1 Sam 16,23), o cuando se lo representa como un jocoso amante de la danza acompañando las celebraciones de traslado del Arca de la alianza, como lo refiere el siguiente pasaje: “David, vestido con una túnica de lino, iba bailando incansablemente delante del Señor, mientras todos los israelitas lo acompañaban subiendo el Arca del Señor al son de vítores y trompetas.
Cuando el Arca del señor entraba en la ciudad de David, Mical, la hija de Saúl, que estaba asomada en la ventana, vio al rey David saltando y bailando delante del Señor.” (2 Sam 16, 14-16).
Muchos de los salmos están dedicados al genio lírico de David, los cuales se convirtieron en canciones populares del folklor israelí, que hasta la fecha son de profundo arraigo familiar. Indudablemente, el compendio de los salmos está incluido en la liturgia cristiana y derivan en las alabanzas devocionales dedicadas al Mesías, o adaptados en las secciones fijas de la celebración eucarística como en el “aleluya”, en el “santo, santo, santo”, y en muchas otras piezas corales, sobre todo en la recitación del “salmo responsorial”.
Pero volviendo a David, y lo que hace prototípica la imagen de un rey que canta en la mañana para despertar dulcemente a la persona amada, es aquel pasaje del Salmo 5 que reza: “Porque a ti te suplico Yahvé; ya de mañana oyes mi voz; de mañana te presento mi súplica, y me quedo a la espera”, siendo esta la oración de quien agradece la vida y tiene la esperanza puesta en el Dios que salva y protege.
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Pero es el mismo David quien espera en la salvación del verdadero Mesías y por eso canta, como lo atestigua el evangelista Lucas en los Hechos de los apóstoles 2,25-26: “El rey David, refiriéndose a Jesús, dijo: «Yo veía siempre al Señor delante de mí; con él a mi derecha, nada me hará caer. Por eso se alegra mi corazón, y mi lengua canta llena de gozo. Todo mi ser vivirá confiadamente, porque no me dejarás en el sepulcro ni permitirás que tu santo experimente la corrupción. Me mostraste el camino de la vida, y me llenarás de alegría con tu presencia»”.
Y en la cercanía de su muerte David ofrecerá el canto final de alabanza: “Por eso, Yahvé, quiero alabarte entre los pueblos y cantar tu nombre. Él hace grandes las victorias de su rey y muestra su amor a su ungido, a David y su linaje para siempre” (2 el rey Sam 22,50-51).
Gracias a la fuerza de la tradición, entendida como vehículo de transmisión de los valores de la cultura y de la fe de un pueblo, podemos gozarnos de la propiedad de esta bella frase de inspiración bíblica que engalana el ritual para honrar a los seres queridos, invocando a un rey David, figura del Mesías, que se alegra, canta y baila para Dios agradeciéndole por las maravillas que le ha prodigado, desde el amanecer hasta el ocaso de su vida.
Por eso, al recitar: “Estas son Las Mañanitas que cantaba el rey David”, hagamos augurio para que el festejado se sienta honrado y para que también alabe a Dios, como lo hizo el rey David.
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