Uno de los grandes santos del siglo XX fue San Pío de Pietrelcina, (1887-1968); religioso y sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos cuyo nombre en el mundo era Francesco Forgione. Él nació en el seno de una familia humilde en el pueblo de Pietrelcina, al sur de Italia, el 25 de mayo de 1887, y tal vez por pertenecer a una familia muy devota, desde niño mostró inclinación por la vida clerical, y en esto influyó el casual encuentro que tuvo con un freile capuchino del convento de Morcone llamado Fray Camillo, que pedía limosna.
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El Padre de Francesco, Grazio Forgione, se vio en la necesidad de viajar a América para poder pagar los estudios de su hijo, de modo que estuvo trabajando en los Estados Unidos en1898, y en Argentina en 1910.
El 6 de enero de 1903, a la edad de 15 años, ingresó como novicio al convento de Morcone, donde la vida era rigurosa en disciplina, ayunos y mortificaciones; la salud de Framcesco no era buena lo que hacía más difícil su estancia en el claustro, pero con firme vocación, siempre superó este tipo de problemas. Su noviciado concluyó el 22 de enero de 1904 e hizo los votos temporales, y tres días después fue trasladado al convento de Sant’Elia donde continuó sus estudios. El 27 de enero de 1907 hizo sus votos solemnes, y fue trasladado al convento de Serracapirola, cerca del mar, pero su frágil salud, lejos de mejorar, empeoró.
Sus superiores, entonces, lo enviaron a Pietrelcina, su pueblo natal, donde empezó un importante ministerio ente los vecinos y con su propia familia, y en 1908 fue enviado al convento de Montefusco donde recibió las ordenes menores y el subdiaconado. Finalmente, el 10 de agosto de 1910 fue consagrado sacerdote en la catedral de Benevento, pero por motivos de salud, tuvo que permanecer con su familia hasta 1916.
Un acontecimiento relevante de estos años es que fue en Pietrelcina donde él recibió los estigmas de Cristo que además de padecer el dolor físico durante 50 años, fueron la causa de una serie de problemas que afectaron su vida, pues fue calumniado en el sentido de que él se había hecho estas heridas. El Padre Pío recibió varios dones que resultan inexplicables pero que fueron ampliamente documentados y estudiados, como son la capacidad de leer las conciencias, la curación mediante la oración, la bilocación, además de que desde su infancia y a lo largo de toda su vida sufrió encuentros demoniacos, mismos que apuntalaron su fe en Cristo y en el poder de la oración.
En septiembre de 1916, el Padre Pío fue enviado al convento de San Giovanni Rotondo, en la provincia de Foggia, al sur de Italia, en donde por aquellos años vivían poco más de 10 mil personas, y en donde él vivió hasta su muerte.
Durante la Primera Guerra Mundial sirvió en el cuerpo médico italiano (1917-1918), experiencia que lo sensibilizó sobre el dolor que experimentan los heridos y los enfermos, y que lo motivaría a emprender un ambicioso proyecto: la construcción de un hospital que fue llamado Casa Alivio del Sufrimiento, proyecto que a través de donaciones empezó a surgir el 9 de enero de 1940, y que fue inaugurado el 5 de mayo de 1956 con la bendición del cardenal Lercaro, y cuya administración inicialmente estuvo a su cargo, pero le fue retirada por varias intrigas que padeció.
El 20 de septiembre de 1968, el Padre Pío cumplió 50 años de padecer los estigmas de Cristo y con humildad, realizó una misa multitudinaria; tres días después falleció a los 81 años de edad, y a su funeral, que duró cuatro días, asistieron más de 100 mil personas.
La beatificación del Padre Pío comenzó a prepararse en 1969, y el 18 de diciembre de 1997, San Juan Pablo II lo declaró Venerable; el 2 de mayo de 1999, lo beatificó y el 16 de junio de 2002, fue canonizado.
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