Los cuatro evangelistas: San Juan, San Mateo, San Lucas y San Marcos son los que reconoce la Iglesia católica como los autores del Nuevo Testamento, documento que tomó forma a partir de realizar entrevistas y narrar sus propias experiencias al lado de Jesús y otros protagonistas de aquellos primeros años de la cristiandad, como es el caso de la Virgen María.
En mayor o menor medida, ellos contaron valiosos episodios y detalles coincidiendo todos en lo esencial y por ello, sus palabras son atesoradas por las iglesias cristianas como culmen de lo anunciado por los profetas, quienes anunciaron la llegada de un redentor del género humano, acontecimiento que marcó una nueva etapa en la cultura universal, principalmente en Occidente y Oriente Medio.
Sin embargo, hay otra clase de documentos que, aun no siendo reconocidos a plenitud en cuanto a sus contenidos, pueden enriquecer el conocimiento de la realidad bíblica, como es el caso de los Evangelios Apócrifos, que contienen verdades parciales en medio de imprecisiones e incluso errores teológicos e históricos.
Un ejemplo de su importancia lo es el nombre de los Magos de Oriente que fueron a adorar a Jesús en Belém, y que de acuerdo a estos textos fueron Melchor, Gaspar y Baltazar. Estos nombres no aparecen en la Biblia, como tampoco aparece que el Apóstol Andrés, fue crucificado en una cruz en forma de “X”, lo que si aportan los Evangelios Apócrifos.
La Iglesia de Oriente ha retomado y validado algunas escenas apócrifas donde no hay contradicciones con los dogmas y principios de la Iglesia, y esto ha enriquecido su tradición y liturgia.
Los Evangelios Apócrifos más conocidos que hablan sobre el nacimiento y la infancia de Jesús son: el Evangelio del Pseudo Tomás, el Evangelio Árabe de la infancia, Historia de José Carpintero, Evangelio Armenio de la Infancia y el “Liber de Infantia Salvatoris”. Todos ellos han sido publicados, traducidos y comentados por editoriales católicas. De igual modo, existen otros Evangelios Apócrifos que hablan del nacimiento y de la infancia de la Virgen María.
El Evangelio del Pseudo Tomás, por ejemplo, que posiblemente data del siglo II d. C., cuenta que el Niño Jesús jugaba de muy pequeño con “una masa blanda de barro y que cierta vez formó con ella 12 pajaritos” que, bajo una orden suya, encarnaron en coloridos plumajes y se fueron volando por el aire para sorpresa de todos, quienes no daban crédito de tal prodigio.
Este mismo documento apócrifo narra que el Niño Jesús, en otra ocasión, resucitó a compañeros de juego que accidentalmente habían fallecido, como es el caso de un niño llamado “Zenón” y que también hizo curaciones milagrosas, mismas que no son reportadas en los Evangelios bíblicos en donde la infancia de Jesús es un misterio.
Otro pasaje apócrifo refiere que cuando Jesús tenía seis años de edad, su madre le dio un cántaro para que fuera a llenarlo de agua y lo llevara a casa, pero en el camino Jesús tropezó y se rompió la vasija. “Entonces, Él extendió el manto con que iba cubierto, lo llenó de agua y se lo llevó a su madre. Esta al ver tal maravilla se puso a besar a Jesús e iba conservando en su interior todos los misterios que le veía realizar”.
Por su parte, el Evangelio Árabe de la Infancia cuenta que el Niño Jesús, cuando se encontraba en la cuna le habló a su madre y le dijo: “Yo soy Jesús, el Hijo de Dios, el Verbo, a quien tú has dado a luz de acuerdo con el anuncio del ángel Gabriel. Mi Padre me ha enviado para la salvación del mundo”.
En otro momento cuenta cómo San José, cuando la Virgen estaba a punto de dar a luz, salió de la cueva para buscar una partera que le ayudara y que esta reconoció la excepción del parto de María, además de que ella misma quedó curada de sus dolencias y enfermedades porque “mis ojos han visto el nacimiento del Salvador del mundo”.
La Historia de José el Carpintero, otro apócrifo, cuyo original data de los siglos IV o V, habla de varios temas: la viudez de San José, la historia de María en el templo, los desposorios de la pareja, la encarnación, la visión de San José, la huida a Egipto, la ancianidad de José.
A pesar de que estas fuentes de investigación pueden enriquecer algunos pasajes del Nuevo Testamento, los Evangelios Apócrifos incurren en frecuentes contradicciones entre sí y por supuesto, en varios rubros chocan con la propia Biblia debido a que sus historias están contaminadas de origen con cuestiones filosóficas y prácticas paganas de algunas comunidades de los primeros siglos de la Iglesia que no asimilaron el cristianismo a plenitud.
Sin embargo, son los detalles de las narraciones lo que más llama la atención de los estudiosos, principalmente cuando éstos no son contrarios a la fe y a los principios básicos del cristianismo. A través de los apócrifos se puede estudiar a las comunidades que vivieron en Tierra Santa, durante los primeros siglos del cristianismo.
Algunas iglesias orientales, en países como Israel, Siria, Jordania o Turquía, fueron adornadas con mosaicos y pinturas que representan algunos de esos pasajes, lo que demuestra que ciertas escenas apócrifas eran dadas por verdaderas.
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