Las palabras latinas Corpus Christi significan Cuerpo de Cristo, y equivalen a la expresión Corpus Domini que años atrás la Iglesia utilizaba para referirse al Cuerpo del Señor; en ambos casos, se utiliza para referirse a la Eucaristía y a la fiesta litúrgica de Corpus Christi, cuya finalidad es proclamar e incrementar la fe de los creyentes sobre la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento.
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Estas palabras nos remiten al pasaje bíblico conocido como la Última Cena del Señor, que tuvo lugar el Jueves Santo, cuando en el cenáculo de Jerusalén y rodeado de sus apóstoles, Cristo estableció el sacramento de la Eucaristía, y también el del sacerdocio.
Así se señala en Marcos 14,22-24: “Jesús tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio a ellos, diciendo: ‘Tomen, esto es mi cuerpo’. Luego tomó en sus manos una copa y, habiendo dado gracias a Dios, se la pasó a ellos, y todos bebieron. Les dijo: ‘Esto es mi sangre con la que se confirmará el pacto, la cual es derramada en favor de muchos… hagan esto en memoria mía’”. Los evangelios de Lucas y Mateo también lo refieren.
La Iglesia señala que la transubstanciación es la conversión de toda la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo, y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su divina sangre.
Los Padres de la Iglesia, que siempre han tenido gran importancia y autoridad, desde los primeros siglos del cristianismo han coincidido en la transubstanciación del pan y del vino, y entre ellos podemos mencionar a San Ireneo de Lyon, Cipriano de Cártago, Hipólito de Roma, Firmiliano, y el mismo San Agustín, quien decía: “Lo que veis, queridos hermanos, en la mesa del Señor es pan y vino, pero este pan y este vino, al añadirles la Palabra, se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo”.
En Europa y Asia, el pensamiento aristotélico sirvió a los Padres de la Iglesia de sustento para dar una explicación más racional al hablar de sustancia y de forma. En el siglo XVI, el jesuita español Francisco Suárez (1548-1617) retomó lo dicho por Aristóteles para tratar de explicar la Eucaristía desde un razonamiento filosófico.
Durante la evangelización en la Nueva España, al explicar la Eucaristía y la razón por la que Cristo está realmente presente en cada hostia, los dominicos ponían como ejemplo el reflejo de una persona que se puede ver en varios espejos de manera simultánea. Pero más allá de cualquier explicación, este sacramento arraigó con devoción y magnificencia, de la misma forma que la fiesta de Corpus Christi.
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