Antes de ordenarse como sacerdotes, los seminaristas son ordenados como diáconos transitorios y son asignados a las parroquias para apoyar en la labor pastoral. Foto INBG
En la Iglesia Católica, el ministerio del diácono representa el primer grado del Sacramento del Orden Sacerdotal y su función, distinta a la del sacerdote y la del obispo, es esencial para la vida pastoral de la Iglesia, ya que según el Catecismo de la Iglesia Católica, el diácono está llamado a servir al pueblo de Dios en la liturgia, la palabra y la caridad.
El término “diácono” proviene del griego diakonos, que significa “servidor” o “ministro”, de esta manera, el Concilio Vaticano II, a través de la Constitución Dogmática Lumen Gentium se establece que en el grado inferior de la Jerarquía Sacerdotal se encuentran los diáconos, que reciben la imposición de las manos no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio, por lo que confortados con la gracia sacramental, en comunión con el Obispo y su presbiterio, sirven al Pueblo de Dios.
De acuerdo con el parágrafo 1008 del Código de Derecho Canónico, “Mediante el sacramento del Orden, por institución divina, algunos de entre los fieles quedan constituidos ministros sagrados, al ser marcados con un carácter indeleble, y así son consagrados y destinados a servir, según el grado de cada uno, con nuevo y peculiar título, al pueblo de Dios”, siendo uno de dichos grados el diaconado.
Así, establece el apartado 3 del numeral 1009 del Código señalado, “los diáconos, en cambio, son habilitados para servir al pueblo de Dios en la diaconía de la liturgia, de la palabra y de la caridad”.
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Según se establece en el Capítulo III, Constitución jerárquica de la Iglesia, y particularmente el Episcopado, de la Constitución Dogmática Lumen Gentium, las nueve funciones del diácono son:
En el parágrafo 1570 del Catecismo de la Iglesia Católica se indica que “los diáconos participan de una manera especial en la misión y la gracia de Cristo”, porque “el sacramento del Orden los marcó con un sello (‘carácter’) que nadie puede hacer desaparecer y que los configura con Cristo que se hizo ‘diácono’, es decir, el servidor de todos”.
Así, puntualiza, “corresponde a los diáconos, entre otras cosas, asistir al obispo y a los presbíteros en la celebración de los divinos misterios sobre todo de la Eucaristía y en la distribución de la misma”.
En la Iglesia Católica existen dos tipos de diáconos: los diáconos transitorios y los diáconos permanentes. Si bien es cierto que ambos son ordenados en el mismo sacramento, también lo es el hecho de que difieren en su propósito y camino dentro de la jerarquía eclesiástica.
Un diácono transitorio es un seminarista que, después de su formación teológica y espiritual, recibe la ordenación diaconal como paso previo a la ordenación sacerdotal.
Durante el tiempo que ejerce como diácono transitorio, que suele ser de un año, el candidato al sacerdocio adquiere experiencia práctica en la parroquia, bajo la guía de un sacerdote.
Los requisitos para ser diácono transitorio son:
Un diácono permanente es un hombre soltero o casado que, sin tener la intención de llegar al sacerdocio, recibe la ordenación para servir de forma permanente en la iglesia como diácono. Si es casado, su matrimonio debió realizarse antes de la ordenación y, en caso de enviudar, no puede volver a casarse.
La función principal de un diácono permanente es el servicio a la comunidad, asistiendo al obispo y a los sacerdotes en diversas tareas, como celebrar bautismos, asistir a matrimonios, administrar la comunión, y realizar obras de caridad.
Los requisitos para ser diácono permanente son:
Dentro de la estructura eclesial, los diáconos pueden depender directamente de la diócesis o de la parroquia:
Cabe destacar el hecho de que si así lo dispone, el obispo puede designar al diácono a realizar tareas diocesanas específicas o a una comunidad parroquial concreta.
De acuerdo con el numeral 338 de la Instrucción General del Misal Romano, durante la liturgia el diácono utiliza vestimentas específicas que lo distinguen y simbolizan su papel de servicio y su consagración al ministerio ordenado:
Con lo anterior, queda constancia de que el ministerio del diácono en la Iglesia Católica es un testimonio visible de Cristo siervo en medio del pueblo, porque ya sea transitorio o permanente, su servicio en la palabra, la liturgia y la caridad fortalece la vida eclesial.
De este modo, la misión del diácono, establecida en diversos documentos oficiales del Vaticano, sigue siendo esencial para la evangelización y la atención pastoral, siempre bajo la guía del obispo y en colaboración con los presbíteros y fieles laicos.
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