Llegó diciembre, y con el mes, la época navideña y sus numerosos festejos: previo a la Navidad abundan las reuniones y las cenas, y para casi todos es importante asistir a ellas, y dar y recibir ese abrazo tan especial del cierre de año. Sin embargo, múltiples personas padecen de depresión navideña ¡Conoce qué es y qué hacer para estar bien!
Muchas familias mantienen viva la tradición de las posadas. Muchas otras, hacen reuniones prenavideñas. Y unas más simplemente hacen planes para convivir: se ponen de acuerdo sobre dónde comprarán el tradicional arbolito, qué día se reunirá la familia para ponerlo, qué otro para llenar la casa de los abuelos de luces y adornos.
La mayoría de las familias también suelen ponerse de acuerdo para todo lo relacionado con la cena de Navidad: qué platillos habrá sobre la mesa, quién los preparará, y, por supuesto, cómo se llevará a cabo esta vez el intercambio de regalos. En todo caso, lo importante para el común de la gente es ser partícipes de la fiesta de Navidad.
Toda esta algarabía tiene su origen en torno a un acontecimiento único: el Nacimiento de Jesús. Así que muchos católicos, entregados a su fe, estarán dedicados a las celebraciones en la iglesia, retiros, Misas o conciertos de villancicos o música navideña. Para otros, se trata de una época para meditar acerca de las enseñanzas que Jesucristo nos dejó, un momento propicio para reflexionarlas y ponerlas nuevamente en práctica.
Sin embargo, en medio de todo esto, llámense cenas, fiestas, comidas, posadas o actividades en torno al Nacimiento de nuestro Salvador, también se dan casos de personas que lo pasan muy mal y las que tienen depresión navideña.
La depresión navideña es una condición que afecta a un sector importante de la población, y que dura aproximadamente el tiempo que duran los festejos de la temporada. Este tipo de depresión es multifactorial, por lo que en este artículo citaré algunos de los posibles generadores del problema.
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Las personas se deprimen en esta época del año por diferentes razones. La depresión, como muchas otras alteraciones del ánimo, tiene múltiples factores: ya sea por una predisposición genética o biológica, ya sea por que el clima juega en contra de nuetro estado de ánimo, ya sea porque venimos arrastrando experiencias difíciles, o por todos los anteriores puntos a la vez.
Por principio de cuentas, hay que señalar que se trata de una época del año en que la familia y los amigos tienen mucho peso y mucho significado, por lo que cualquier modificación en las dinámicas interpersonales -sea un divorcio, una enfermedad o la muerte de un ser querido- se resiente de manera más intensa.
En el DSM-V (Manual de Diagnóstico Diferencial) no aparece como tal una clasificación de “Depresión Navideña”; sin embargo, se trata de un tipo de depresión bastante común, que ha sido analizada por expertos. Éstos no la consideran un trastorno como tal, sino un estado de ánimo negativo y temporal: una reacción emocional a estímulos exteriores, como la decoración navideña, el constante sonar de los villancicos o el exceso de compromisos y reuniones familiares, entre otros factores.
Las personas que experimentan la llamada depresión navideña (también conocida como depresión blanca o blues navideño) se sienten tristes, decaídos, sin ganas de hacer nada, no les llama la atención los festejos y mucho menos quieren involucrarse. Tienen ansiedad o mal humor y prefieren estar dormidos que hacer algo o convivir.
De acuerdo con la Secretaría de Salud, la depresión navideña, o invernal, es un tipo de alteración de temporada que afecta sobre todo a mujeres, mismas que presentan una mejoría en primavera o verano.
También es más frecuente en personas que viven en países donde la noche es más larga que el día. Y en este caso se asocia con los neurotransmisores del sistema nervioso central que influyen en la gestión de estados de ánimo y sus cambios estacionales: a menos horas de luz, por ejemplo, menos producción de serotonina, y por tanto, peor humor y falta de energía. Sin embargo, en países como México son otras las posibles causas que conviene en listar para tener un mapa de mayor utilidad respecto a la también llamada depresión de invierno. A continuación cito algunas:
Hay estudios que demuestran que la gente que tiene padres, hermanos o abuelos susceptibles a este tipo de alteración, tiene más predisposición genética a padecerla. Es decir, existe una parte hereditaria que hace que estas personas tengan más altas probabilidades de sufrir esta condición, en especial si experimentan un evento traumático.
Muchas personas hacen propósitos de año nuevo que, en teoría, deberían empezar a cumplir desde los primeros días de enero; y de alguna forma diciembre representa el cierre del ciclo, el cumplimiento del plazo, que tal vez los encuentre con la historia de siempre: ¡no cumplieron! Es decir que, para muchos, puede significar la conclusión de un mal año -o de otro mal año-, en el que no alcanzaron sus metas u objetivos, lo cual genera una sensación de frustración por haber dejado tirados los propósitos.
Hay quienes vienen arrastrando momentos difíciles, como puede ser un divorcio, la pérdida del empleo o de la salud; o bien, la muerte de un ser querido. Y en esta época del año, este tipo de pérdidas agudizan la sensación de vacío.
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Los distanciamientos por peleas con personas significativas de nuestra familia o entorno, también pueden ser sumamente difíciles o dolorosos, especialmente en esta época del año. Pero también pueden serlo los distanciamientos relacionados con el tema de la migración: la realidad de algunas familias cambia si uno o varios de sus miembros han tenido que abandonar el país.
En la temporada decembrina, hay gente que llega a experimentar una nostalgia más acentuada debido a una sensación, no poco frecuente, de que los tiempos pasados fueron mejores que los actuales, o que los festejos en torno a la Navidad eran más alegres que los de ahora.
También sucede que algunos adultos mayores, por diversas circunstancias, se van quedando en soledad, y ésta es una de las principales razones por las que este tipo de personas desarrollan depresión, pues es en un momento del año en el que, se supone, todo debiera ser felicidad.
Así como hay gente que tiene una sensación de bienestar por la abundancia de reuniones, comidas y festejos decembrinos, hay quienes sienten en los compromisos personales o familiares una carga social o una complicación en su economía. Sobre todo si no tuvieron un buen año en cuanto a ingresos, el gastar en regalos y reuniones les resulta agobiante.
Estos eventos o circunstancias pueden provocar mucho estrés, especialmente cuando las personas no sienten agrado por las reuniones, y en cambio sí una necesidad de asistir y fingir una felicidad inexistente.
La publicidad, sea de radio, televisión, revistas o espectaculares, muestra siempre la Navidad como una época del año en a la que nadie tiene dificultades, en la que todo mundo es feliz y en la que en todos los hogares existe ese calor humano que mitiga el frío del planeta. Pero la publicidad es eso: hacer creer que la “vida es perfecta” si se usa determinado producto. Sin embargo, no es así: todos pasamos por días buenos y malos, por momentos de crisis, enfermedad y muerte.
Las redes sociales, por su naturaleza de ‘vitrina digital’, también nos presentan una temporada de felicidad y abundancia. Los usuarios publican todo tipo de compras; también sus arbolitos adornados espectacularmente; sus casas con foquitos hasta en el baño, o sus cenas deliciosas. Todos reunidos con amigos y familiares, mostrando una gran sonrisa, los mejores pasos de baile. Quien se encuentra con estas fotos, jamás imaginaría que quizás ‘tras bambalinas’ hubo un pleito familiar, o el sacrificio económico de un jefe de familia para llenar las expectativas de las personas de su alrededor, o de la sociedad en general.
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Si presentamos alguno, o varios de estos síntomas en esta época del año, por más de dos semanas; o bien, si los notamos en alguno de nuestros seres queridos, es importante buscar ayuda, pues tal vez el estado de ánimo de la persona la tenga imposibilitados hasta para expresar sus emociones o pedir apoyo.
Una red de apoyo es toda relación o vínculo con que la persona en depresión puede contar, gente a quien recurrir. En un primer momento se encuentran los familiares y amigos, así como las comunidades eclesiales y los servicios de escucha que ofrece la Iglesia.
Si hablamos en particular de México, la sociedad es predominantemente católica, y la Iglesia resulta un excelente soporte para salir de un estado anímico de depresión.
A continuación, en listo algunos consejos que pueden ser de utilidad:
Para empezar, si eres una persona que sufre constantemente de depresiones, es una buena idea hacerte el propósito de acercarte a tu médico con regularidad para que te ayude o te oriente.
Durante el año, procura estar rodeado de tu red de apoyo: mantén relaciones sanas con tu familia, comunidad parroquial, amigos, vecinos y gente de tu agrado.
Si a lo largo del año tuviste algunas pérdidas significativas, del tipo que sean, es una excelente idea hacer una lista de lo bueno que sí tienes.
La tristeza no es sinónimo de depresión. Si en esta época del año estás pasando por un momento doloroso o de abatimiento, date la oportunidad de sentir tristeza. Esto, lo primero que significa que tienes vida: las emociones existen para sentirlas, y son una forma de procesar nuestras experiencias.
No te sientas presionado por cumplir con todos los compromisos de la temporada; es muy válido rechazar una invitación si el asistir a la reunión implica para ti estrés o complicaciones económicas.
Si revisas tus redes sociales, recuerda que la gente sólo publica contenidos de lo que desea que los demás vean. Cómo tú, el mundo entero tiene alguna dificultad.
Intenta, eso sí, en la medida de lo posible, comer, dormir, descansar, divertirte (si lo deseas), hacer ejercicio y ser tolerante contigo mismo, como principio fundamental de una vida sana.
Es muy importante, en el momento en que no nos sintamos bien, o que algún ser querido parezca de malos ánimos, estar al pendiente de los síntomas para valorar si es necesario consultar a un profesional. En este caso, puede acudir a terapia con un psicólogo, con un psiquiatra o con un doctor que lo oriente o medique.
La terapia es indispensable, ya que ayuda a detectar qué es lo que nos está causando miedo, ansiedad, dolor, tristeza, frustración o desesperación, a fin de poder tomar cartas en el asunto y resolverlo.
Además, tener un lugar donde desahogarnos sin juicio ni crítica, puede ser un bálsamo para las presiones cotidianas o los tragos amargos de la vida. En este sentido, también es buena idea acudir con un sacerdote, con la confianza de que guardará el secreto de Confesión. O bien, también es una buena opción recurrir a los centros de apoyo con los que cuenta la Iglesia, como los llamados Centros de Escucha.
Y finalmente, para las personas cercanas a la Iglesia, es importante recordar que lo mejor en esta época, más allá de regalos y fiestas, es sentir la Natividad: el Nacimiento de Jesús, y vivir los valores cristianos, como la solidaridad, la unión, el amor, la paz, el perdón y la amistad. Si tienes depresión navideña, no estás solo, cuentas con un red de apoyo ¡Pide ayuda!
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