Jesús resucitó al tercer día, según la Biblia. Por eso celebramos la Pascua.
¿Por qué razón Jesús resucitó al tercer día y no inmediatamente? ¿Te has hecho alguna ves esta pregunta?
Seguramente te habrás fijado que en los textos bíblicos de los evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), que hablan de la muerte y resurrección de Jesús, se menciona que murió en viernes y resucitó el primer día de la semana.
Cronológicamente, y según nuestra manera de contar los días, resulta lógico pensar que Jesús resucitó al tercer día; es decir, se tardó tres días en resucitar (el segundo día permaneció en la tumba). Con este esquema cronológico se ha estructurado la celebración litúrgica del Triduo Pascual en la Iglesia.
Si nos ponemos estrictos en cuanto a la cronología, tal y cual la manejamos hoy en día, resulta evidente que no salen las cuentas de tres días de 24 horas, porque si Jesús murió a la hora nona (3 de la tarde) del viernes, resulta que para que se cumplieran tres días de 24 horas tendríamos que esperar a las 3 de la tarde del lunes.
Esto nos hace concluir que los escritores bíblicos, al decir que Jesús resucitó al tercer día, no están hablando en términos cronológicos, sino teológicos y simbólicos.
En efecto, la expresión “Jesús resucitó al tercer día” es un cliché profético que significa “plena manifestación salvadora de Dios”.
Por otro lado, “el primer día de la semana” significa “el día del Señor o domingo”. Por eso, la Iglesia, litúrgicamente, celebra la Eucaristía en domingo y el Triduo Pascual con un esquema simbólico de tres días.
Así pues, la indicación en la Biblia de que Jesús resucitó al tercer día es teológica y no cronológica. La resurrección de Jesús inaugura una nueva era, la era de la plena salvación, de la nueva creación en Cristo.
El sábado, día intermedio entre la muerte y la resurrección, Jesús permanece (simbólicamente) en la tumba, porque el sábado es el día del reposo de Dios, que no significa “descanso físico”, sino momento de encuentro gozoso ente Dios y su creación.
Es el momento del gozo del Señor que contempla la maravilla de su obra. Pues bien, ahora Jesús, Dios y hombre, se goza en el silencio y la quietud contemplativa con la nueva creación que brota de su Pascua.
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